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Blanca Perez

15/12/14

¿Mecanización tecnológica o abandono? Las dos opciones de futuro para el olivar, según el CeiA3

El olivar es la formación vegetal predominante de Andalucía. Un tercio de las tierras de cultivo de la región está destinado al crecimiento y desarrollo de estas plantaciones. El Campus de Excelencia Internacional Agroalimentario (ceiA3) integra los esfuerzos de las universidades de Córdoba, Jaén, Almería, Cádiz y Huelva para potenciar el sector agroalimentario en general, y el olivarero en particular, con el fin de convertirlo en el motor de desarrollo económico y social de la comunidad. Para ello el caeiA3 cuenta con una flota de expertos científicos que coincide en que el olivar se halla en una peligrosa encrucijada entre la modernización tecnológica y el abandono.

El catedrático de Ingeniería Agroforestal vinculado al ceiA3 y responsable del Grupo de Investigación Mecanización y Tecnología Rural, Jesús Gil Ribes, explica que “el cultivo del olivar puede ser marginal, tradicional, intensivo y superintensivo, estas últimas plantaciones son las más modernas, tienen muy buen nivel de mecanización y son en las que más se innova, aunque suponen menos del 2% del olivar. Las intensivas, por otro lado, cuentan con unos 200 o 400 olivos por hectárea, contemplan un 20 o 30% del olivar y tienen buen nivel de mecanización, aunque puede hacerse mucho más”.

Mecanización tecnológica

De esta manera los sistemas intensivos y superintensivos han incorporado cosechadoras cabalgantes (una maquinaria que proviene de la recogida de la uva y que se ha adaptado la de la aceituna) o vibradores de troncos con paraguas de recepción, entre otros dispositivos, para recoger de manera mecánica e integral la aceituna. Las plantaciones tradicionales de olivar suman casi dos tercios del total del país y, sin embargo, apenas han sufrido innovaciones y siguen basándose en el derribo por vibración de las aceitunas, apoyadas por vareo manual con lonas y mantos para recoger la aceituna derribada.

“El olivar tradicional no incluye este tipo de innovaciones porque para que la acción de las máquinas sea viable hay que adaptar el cultivo y la poda de los árboles a su forma de operar”, destaca el investigador, con el objeto de que los tractores y vehículos autopropulsados puedan circular entre los árboles con facilidad, sacudiendo las ramas e interceptando las aceitunas que caen. “En las plantaciones tradicionales, especialmente en las de secano, es muy complicado económicamente reestructurar el olivar hacia los sistemas totalmente mecanizados”, concluye el experto.

Sin esta mecanización los productores de olivar tradicional se ven obligados a invertir más dinero en personal y a la vez obtienen menor productividad. La mayoría de estas plantaciones sobreviven gracias a subvenciones, y es que el olivar es el mayor perceptor de ayudas de pago único de la Política Agraria Común con unos 815 millones de euros (cerca del 50% del total andaluz).

Esta situación es cada vez más insostenible, especialmente teniendo en cuenta que muchos países que antes no producían aceite en los últimos años han empezado a elaborarlo, como es el caso de Argentina, Chile o Australia entre otros. Tanto la producción como el consumo del aceite han crecido enormemente, sin embargo y según matiza Jesús Gil Ribes, el precio del aceite no tiene perspectivas de subir, de ahí la necesidad de este sector de modernizarse y de incorporar nuevas tecnologías desarrolladas específicamente para él.

Sanidad vegetal

El establecimiento de plantaciones olivareras intensivas y superintensivas puede traer consigo nuevos problemas desde el punto de vista de la sanidad vegetal. Rafael M. Jiménez Díaz, catedrático de Patología Vegetal vinculado al ceiA3 y presidente de la Asociación Española de Sanidad Vegetal (AESaVe) señala que “en los nuevos sistemas de cultivo se incrementa el número de árboles por hectáreas, con ello aumenta la proximidad entre ellos y en general la densidad de sus copas”. El experto añade que “las copas más densas promueven que la humectación de las superficie de hojas, brotes y frutos sea más intensa y duradera en el tiempo, lo cual favorece el desarrollo en dichos tejidos de enfermedades como la tuberculosis, causada por una bacteria, los repilos y la antracnosis o aceituna jabonosa, ambas causadas por hongos”.

El investigador asegura que para combatir estas enfermedades es conveniente facilitar la aireación de las copas de los árboles aprovechando las prácticas de cultivo para disminuir la intensidad y duración de la humectación, algo difícil de hacer en las plantaciones más intensivas. Otra posible solución consiste en aplicar tratamientos con productos fitosanitarios que protejan las superficies vegetales del ataque de hongos y bacterias, la mayoría de estos productos contienen el cobre como ingrediente activo.

Rafael M. Jiménez concluye que “esta relación entre la intensificación en la olivicultura moderna y el desarrollo de enfermedades es un ejemplo de cómo los cambios propios de una agricultura dinámica, en constante búsqueda de innovaciones para mejorar su productividad y competitividad, pueden llevar asociados cambios en las interacciones de las plantas con sus agentes fitopatógenos, los cuales han de ser resueltos mediante la investigación científica, la tecnología y las mejoras en la formación especializada”.

La vida del suelo

Otro aspecto muy relevante en el futuro de este sector es el factor ecológico. A la hora de impulsar las plantaciones intensivas de olivar hay que tener en cuenta las condiciones ambientales del suelo en el que éstas se ubican. “El suelo no es un recurso renovable”, detalla en este sentido el investigador José Antonio Carreira de la Fuente, especialista en Ecología y en Biología Animal y Vegetal de la Universidad de Jaén también vinculado al ceiA3. “Si un suelo se degrada necesita mucho tiempo, siglos o incluso milenios para que vuelva a formarse un suelo equivalente al que había antes de la degradación”.

El experto estudia las comunidades de microorganismos que habitan en los suelos para diagnosticar, a partir de ellos, el grado de fertilidad de ese suelo, su disponibilidad de nutrientes y su funcionalidad ecológica de cara a las prácticas agrarias. El objetivo es sacar provecho de la funcionalidad ambiental de los suelos pero permitiendo siempre que éstos recuperen su identidad biológica en lugar de explotarlos indefinidamente.

En conclusión, el desarrollo del sector olivarero depende en gran medida de varios factores: la investigación como fórmula básica y necesaria para alcanzar productividad y rendimiento en el cultivo de la aceituna, la innovación tecnológica como fruto de ese trabajo de investigación para sustituir el trabajo humano, reducir costes y optimizar procedimientos, y la formación con el objetivo de que los nuevos conocimientos y aportaciones sean aprendidos y utilizados por los propietarios de los olivares.