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Daniel Martínez

06/07/15

Agricultura digital para alimentar al mundo

Con estas cifras en mente, es imperativo plantearnos las siguientes preguntas: ¿Es la producción agrícola actual suficiente para alimentar a tal cantidad de gente, sobre todo en las regiones menos desarrolladas y más pobres? ¿Pueden los agricultores seguir produciendo alimento para los 80 millones de personas que se suman cada año a la población mundial?

La FAO ha pedido a los agricultores que aumenten la producción de alimentos en un setenta por ciento para poder alimentar a toda la población. Para satisfacer esta demanda, los agricultores deben hacer frente a la escasez de agua debido al cambio climático y a las prácticas agrícolas antiguas que han reducido la productividad global en las granjas. En este sentido, la agricultura a gran escala está respondiendo a las demandas de los alimentos apostando por la tecnología y nuevas técnicas para impulsar sus capacidades de producción. Las innovaciones tecnológicas están inundando el mercado, y los principales actores del mercado, esperan un boom en el tratamiento de los datos agrícolas, para un mercado estimado de 20.000 millones en 2020.

Evolución del sector: de lo tradicional a la agricultura digital

La agricultura es un gran negocio y lo ha sido durante años. Entre 1960 y 1999 la industria experimentó importantes cambios en su modelo de negocios; cambios que transformaron la agricultura industrial. De tal modo, durante esas cuatro décadas los agricultores adecuaron su método para trabajar la tierra y consiguieron elevar la producción alimentaria en un 150% para alimentar a una población mundial que tenía las tasas de crecimiento actuales y se había duplicado en tamaño. En los años fértiles de la revolución verde, los agricultores adoptaron nuevas tecnologías, pesticidas y cultivos de ingeniería de alto rendimiento para satisfacer la enorme demanda de granos, verduras y frutas.

La realidad es que la agricultura a gran escala no teme a la evolución tecnológica. La visión romántica de los agricultores con un mono de trabajo que dependen del Calendario del Granjero y de las fases de la luna para la siembra, la fertilización y el riego de los cultivos, es una imagen más propia de las películas, que se aleja de la realidad actual.

Para poder gestionar el crecimiento que se avecina, las máquinas utilizadas para el cultivo y la agricultura digital se están uniendo a la revolución verde y a las técnicas tradicionales de cultivo. La agricultura digital está captando un gran interés, ya que es capaz de recoger los numerosos detalles, la información y las capas de procesos que conforman los ciclos de siembra y cosecha. Con la agricultura digital, un agricultor puede plantar, regar, arar, fertilizar y plantar sus cultivos sin salir de la oficina. Además, combina telemática, análisis geoespacial, analíticas y redes empresariales de colaboración para proporcionar a los agricultores la información localizada que necesitan para gestionar su negocios.

Hoy, con tan solo conectarse a sus portátiles, PCs, tablets o teléfonos móviles, los agricultores tienen la posibilidad de ver una imagen aérea de sus fincas. Asimismo, pueden dar un paseo virtual por cualquier parte de sus tierras y entender exactamente lo que está sucediendo con su cosecha. ¿Necesita agua o fertilizante? ¿Ha programado el trabajador la planta de las semillas? ¿Están las semillas ordenadas y en su sitio? Los sensores del suelo miden la humedad, el PH y otros datos importantes para que los agricultores sepan cómo están las tierras. El historial de los cultivos muestra los horarios de siembra y cosechas anteriores. Existe una lista de tareas programadas y no programadas como el riego la fertilización, la siembra, la fumigación y la recolección, que los agricultores pueden programar y que pueden ser llevadas a cabo por los trabajadores.

Los agricultores interactúan con decenas de trabajadores en las temporadas de siembra. La agricultura digital permite que estos estén realizando su labor en el campo en el momento más idóneo, de forma que se optimicen los recursos. Por ejemplo, cuando una cosecha necesita ser regada, el agricultor puede comprobar primero la humedad de la tierra. Los sensores le pueden decir el porcentaje exacto de humedad en la tierra a diferentes horas del día. También puede ver los registros del año pasado en esta misma época y hacer un análisis rápido para ver qué grado de humedad debe haber tres días, dos días y un día antes de la siembra de la cosecha de centeno. Si se esperan lluvias, el agricultor puede cancelar la tarea con el trabajador y evitar así un gasto innecesario. Un estudio señalaba que los agricultores podrían aumentar el rendimiento en un 15 por ciento y reducir el consumo de agua en un cincuenta por ciento si tuvieran esta información a su alcance. Para climas muy secos, cada gota ahorrada es vital.

Toda esta información influye en el éxito de la cosecha, y crea la posibilidad de que el consumidor conozca con detalle el proceso de elaboración desde la granja hasta su mesa.

Transparencia desde la granja hasta la mesa

Los patrones de alimentación de los consumidores han cambiado drásticamente desde la revolución verde de la década de 1960. Comemos en mayor cantidad y más platos preparados. Ahora diferenciamos entre alimentos orgánicos y no orgánicos. La oferta existente de alimentos es abrumadora y los clientes ahora quieren saber de dónde proceden los alimentos que consumen y qué ingredientes tienen. Quieren saber si el color verde de la manaza lo provoca un compuesto químico, si se han utilizado pesticidas o si la semilla ha sido modificada genéticamente. La agricultura digital ofrece la transparencia que demandan estos concienzudos clientes para que sepan con qué están alimentando a sus familias.

Realizar el seguimiento del proceso desde "la granja hasta la mesa" es una tarea costosa y que implica una gran dedicación de tiempo para los fabricantes y comercializadores. Por ello, argumentan que los consumidores tendrían que asumir este coste, pero nadie quiere pagar un precio superior en el supermercado.

La agricultura digital reúne toda la información de los cultivos en un solo punto, y los fabricantes pueden aportar un valor adicional con estos datos. Los consumidores han mostrado disposición a pagar más por los alimentos orgánicos. Muy posiblemente estarían dispuestos a pagar más por conocer con detalle información sobre los agricultores, los proveedores de semillas, fertilizantes, herbicidas y otros datos que les ayuden a conocer con qué están alimentando a sus familias.

En definitiva, el Big data, las analíticas e Internet de las Cosas parecen estar dirigidas a gente que no trabaja en la agricultura, sino que viven en zonas urbanas y tienen vidas complicadas. Sin embargo, esto no es así; dichas tecnologías también son útiles en cualquier tipo de empresa que tenga sus procesos segmentados, y en los que trabajan muchas personas distintas pero con el mismo objetivo. Son igualmente útiles para países desarrollados en los que los consumidores compran alimentos desde de una aplicación móvil y utilizan drones para controlar una cosecha de uva, como para lograr una mayor eficiencia y posibilidad de acceso a los suministros de alimentos en regiones económicamente desfavorecidas.

La agricultura digital ofrece una inmediatez y precisión que proporciona a la agricultura tradicional una probabilidad mucho mayor de llegar a ese setenta por ciento extra de producción de alimentos que se necesita para alimentar al mundo.