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Marta García

03/11/13

Agricultura ecológica: del huerto a la puerta de su casa

Y aunque la idea no sea del todo nueva, su auge en Mallorca sí. La bombilla se encendió en los países anglosajones (Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia sobre todo) durante la década de los setenta, cuando tanto agricultores como consumidores concienciados decidieron eliminar intermediarios y horas muertas de su ecuación, sumándole un plus saludable. De esta forma el campesino no tenía que vender a tiendas o distribuidores (y perder dinero) ni tenía que ir de un mercado a otro para colocar su género (y perder su tiempo). La estrategia se asentó una década después en Francia y de ahí a las demás capitales europeas.

“Había trabajado en la construcción, como camarero, jardinero… ya sabe, un poco de todo… pero la crisis me dejó con pocas opciones”, explica Carlos Fiol, quien junto a su socio y amigo, Álex López, decidieron arriesgarse e intentar explotar la finca familiar de Son Gall, en la carretera de Vilafranca a Porreres. “En un principio lo único que teníamos claro era que queríamos cultivar producto de temporada, para repartirlo después en cajas directamente al domicilio del cliente”, añade López, novato en el campo. “Yo un poco también”, se suma Fiol, quien pese a haber estudiado ingeniería agrícola, tuvo dificultades cuando en 2012 empezaron, “mediante prueba y error”, a sembrar. “Claro, yo no sabía, por ejemplo, cuántos tomates produce exactamente una tomatera y por tanto tampoco cuántas había que semblar para abastecer a los clientes que íbamos acumulando”.

Empezaron por un quartó, 1,5 hectáreas, tres en dos meses. En junio ya compraron un tractor e instalaron un nuevo sistema de riego. “Esperamos llegar a las 15 o 16 hectáreas, eso ya daría trabajo y una mayor versatilidad a la possessió para, a parte del reparto, hacer conservas, comidas preparadas, alquilar parterres u organizar visitas escolares”.

Hoy en día cuentan con una treintena de clientes fijos a la semana, más los quincenales y esporádicos. Su oferta se reparte entre bolsas y cajas de cartón: las primeras pesan 4 kilos y contienen entre ocho y doce artículos, a un precio de 12,50 euros. Las segundas el doble, mezclando entre 12 y 16 artículos, entre fruta y verdura, a un coste de 19,50 (precio final con transporte incluido). “Aunque si los clientes se agrupan en grupos de consumo les damos un kilo más y les restamos un euro, con la posibilidad añadida de poder escoger entre productos de temporada”, detalla López.

Reparten todos los lunes, miércoles y viernes, dependiendo de la zona: desde Manacor a Llucmajor, de Alaró a Palma, pasando por el Ponent. “Lo más importante es tener un precio competitivo unido a una buena calidad”. Su cliente tipo: mujer alemana de entre 50 y 60 años; “aunque la clientela mallorquina va en aumento”.

El ´padre´ del auge

Siguiendo un sendero perpendicular al Camí de Conies (Manacor) se llega a la finca de producción ecológica de Son Ravanell. Camiseta holgada, pantalón corto y sombrero. Él apenas le da importancia, pero Joan Llull es unos de los pioneros en todo esto: “Empezamos hace ya muchos años a pequeña escala, aunque comenzamos a hacer cajas en serio hace aproximadamente uno”. Ahora cuenta con un centenar de clientes fieles a los que abastece a partir de un huerto de 5 hectáreas, donde, a parte de las verduras caben las frutas y las almendras.

“Antes el cliente no podía escoger, eran cestos cerrados, ahora les damos la posibilidad de elegir qué es lo que no quieren, dentro, claro está, de la oferta de temporada”. A principios de mes les manda por correo electrónico una lista de productos, separándolos en tres grados según la cantidad de la hortaliza que haya en cada momento. Ellos deciden lo que no les apetece, hasta completar cajas de 10 euros (entre 8 y 9 productos), de 15 (entre 13 y 14) y de 20 euros (de 18 a 19 artículos).

Llull reparte prácticamente cada día y a casi toda la isla (incluidas escuelas), siempre a puntos de encuentro y para grupos de consumo. “Es complicado porque para hacer atractiva la caja tienes que ir variando los productos”.

Un coordinador dentro del grupo de consumo se encarga de unificar el pago y entregarlo, juntamente con las cajas vacías, cuando se reparte la nueva demanda.

De Italia a Vilafranca

Precisamente en Son Ravanell se formó Teo Nogara. Italiano nacido en el lago de Como en 1982, en verano de 2003 llegó a la isla sin saber que su futuro estaría encaminado a la producción ecológica: “En 2007, después de realizar el curso de monitor de tiempo libre, estuve en la granja-escuela de Es Burotell, explicando las funciones de un pequeño huerto a los niños. Uno de mis compañeros, que estaba realizando un curso de agricultura ecológica en la UIB, me ofreció ir a Son Ravanell a confeccionar cajas y a aprender un poco más”, explica. “Yo vivía en Palma y al mismo tiempo también era consumidor y estaba en contacto con Agrohoritzontal, el grupo de consumo más antiguo en la capital”.

Le empezaron a pedir cajas. Del tren y la bici se pasó a la furgoneta y en un par de meses logró 40 clientes nuevos. Era el momento de pensar en algo más, de plantearse “la posibilidad de que los agricultores se dedicaran solamente a cultivar y no a utilizar mucha parte de su tiempo, no remunerado, también a vender”. Así nació la cooperativa Això és Vida, un puente de unión con los consumidores, registrado en diciembre de 2009 con media docena de campos asociados.

“Mi vida se ha transformado desde entonces”, reconoce Teo, “los primeros dos años fueron muy complicados, debido sobre todo a la inversión y al boom de los grupos de consumo. Cada barrio de Palma tenía uno y en todos había una media de 20 familias”. Pero la apertura del Mercat Ecològic en la plaça dels Patins, en 2010, descargó de estrés el reparto para poderlo ofrecer mejor en la Part Forana.

Es jueves y empieza a anochecer en la antigua teulera de Son Durí, muy cerca de Vilafranca, cuartel general donde Nogara y uno de sus colaboradores pesan y reparten los productos en cajas. Hay cestos de 10, 15 y 20 euros (más tres euros si la entrega es a domicilio y no en un punto de encuentro común). Los martes y los viernes hay reparto. Previamente cada consumidor ha podido descargarse la hoja de cálculo en la que se detallan los productos existentes. “El cliente puede marcar la cantidad hasta llegar al precio sin problema”.

Això és Vida llega, entre otras localidades, a Algaida, Binissalem, Inca o Pina, donde existen puntos de encuentro de consumidores: “Estamos muy contentos, es una buena manera de consumir productos de calidad y ecológicos a un precio razonable y, al mismo tiempo, establecer una relación con los vecinos, además de promover la economía y producción locales”, comenta Toni Sánchez, cliente habitual que vive en esta última pedanía de Algaida.