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Blanca Perez

03/11/14

Biología contra plagas en los cultivos

Maria Isabel Trillas, profesora en fisiología y fitopatología en la Universidad de Barcelona, tuvo que esperar 11 años, hasta 2012, para ver convertido en realidad su sueño: que Biocontrol Technologies, la empresa que concibió para aplicar la biología a la cura de plantas, obtuviera autorización para vender sus productos en el mercado. “La mayor parte de ese tiempo la pasamos en trámites administrativos, para conseguir permisos y licencias”, recuerda. Todo empezó mucho tiempo atrás, en 1998, cuando María Isabel todavía era estudiante: “Dimos con un microorganismo que era inmunorepresor de una enfermedad que afectaba a las plantas. Iniciamos los trámites para patentar el microorganismo al tiempo que empecé mi doctorado”.

Fue el comienzo de lo que califica como una larga carrera de obstáculos. “Para empezar, el proceso de registrar una patente desde la universidad no fue fácil. Ellos están más acostumbrados a patentar sustancias y elementos relacionados con la química o la farmacia, pero no con la biología. Sin embargo, también fue desde la universidad donde nos animaron a constituirnos en empresa”. Así arrancó la firma que se dedica a la investigación, desarrollo y producción de microorganismos de origen natural para ser usados como agentes de control biológico frente a enfermedades en los cultivos de hortalizas, ornamentales y semilleros. Los productos deben ser respetuosos con el medioambiente y la salud.

Mientras la emprendedora decidía qué hacer con su vida seguía recibiendo correos de aliento para que no abandonase el tema de la patente. Pasó una temporada en Estados Unidos, y a su vuelta, “y en menos de una semana” la empresa estaba constituida. Pese a ello, y durante mucho tiempo, nada se movió: “En el primer país de la Unión Europea en el que nos dieron el certificado de autorización de venta fue el Reino Unido. En Estados Unidos y Canadá todo fue mucho más rápido”. ¿La principal diferencia entre Estados Unidos y Europa en temas de licencias? Según la doctora Trillas, “mientras en Estados Unidos todo está centralizado en la EPA [Environmental Protection Agency] están acostumbrados a evaluar y no tienen miedo a hacerlo, en Europa todo es más lento, más proteccionista. En la Unión Europea un país no se fía de otro, así que cada país hace su propia evaluación, lo que resta eficacia”.

Claro que, si sinuoso ha sido el camino recorrido para conseguir las diferentes certificaciones de mercado, no menos ha sido para ella reunir la financiación necesaria para montar y hacer crecer esta empresa. “La universidad no ayudó con el pago de las patentes. Después, nos concedieron un crédito Cedeti. También ENISA. Pero comenzó la crisis y sólo nos dieron la mitad del dinero, cuando ya habíamos contado con el total del capital para el desarrollo de la empresa. Aquello fue un gran trastorno. Los estudios que tenemos que hacer son muy caros. Por mucho que hayamos podido hacer parte de la investigación en instalaciones de la Universidad, incluso tuvimos que dejar el Parque Científico por no poder pagar el alquiler”. La situación mejoró con la entrada del capital riesgo Uninvest en la empresa y con la llegada de los primeros ingresos. “Nuestra primera venta fue de 500 kilos. Tenemos la ventaja de que el nuestro es un producto que deja un buen margen, tanto a nosotros como al distribuidor”.

A la pregunta de qué ha sido lo que, en los últimos tiempos, más ha acelerado el desarrollo de empresas biotecnológicas como Biocontrol Technologies, la emprendedora lo tiene claro: “fue en 2012, cuando Bayer adquiere la empresa biológica estadounidense AgraQuest, una spin off como nosotros, que tenía cinco productos basados en tres microorganismos y por la que Bayer paga 397 millones de euros. Entonces, todos los demás dicen “uffff”, y a nosotros comienzan a llegarnos comentarios del tipo: “no pensábamos que fuerais capaces”. Cuando habla de mercado la emprendedora deja claro que “el agricultor de edad aún es reacio a utilizar productos como los nuestros, mientras que los jóvenes son más receptivos, entienden mejor su valor”. ¿Los próximos pasos de Biocontrol Technologies? Comenzar a vender en Egipto y Japón.

Pesticidas biodegradables

En la coyuntura actual el futuro inmediato de la industria bioquímica, en la que se encuadran los productores de biopesticidas, es claramente alentador. Si bien en la Unión Europea (UE) aún predomina el uso de productos químicos en el cuidado y tratamiento de los cultivos, la tendencia ha comenzado a cambiar de forma clara. El desarrollo y uso de diversas variantes de biopesticidas en los próximos años vendrá relacionado con la presión de la opinión pública. O lo que es lo mismo, de un mercado que ha comenzado a manifestar, de forma patente, un cambio en sus hábitos de compra que rechaza cada vez más los pesticidas químicos.

Las Administraciones públicas han reaccionado ante estos mismos problemas reduciendo la lista europea de productos fitosanitarios autorizados, es decir, dirigidos a la prevención y curación de las enfermedades de las plantas.

¿Y España? Pues teniendo en cuenta que es, tras Francia e Italia, el país europeo con una mayor tasa de uso de pesticidas, el mercado tiene un amplio horizonte de desarrollo. Según los datos del Eurobarómetro, el 66% de los españoles están “bastante o muy preocupados” por el tema de los pesticidas. Los datos apuntan a que los biopesticidas tienen un mercado multimillonario que se extenderá no sólo por la Unión Europea, Oceanía y Estados Unidos, sino también por los países emergentes —de Latinoamérica, por ejemplo, proviene el 13,2% de los cultivos—. Sólo en Europa se espera que el mercado de biopesticidas alcance los 889,3 millones de euros en 2017. Si tenemos en cuenta que el año pasado los agricultores europeos gastaron 417 millones de euros, el aumento esperado rondará el 113%. Y si se cumplen las previsiones, dentro de tres años un tercio de las sustancias para el control de plagas que se utilicen en Europa será biodegradable.

Los pronósticos se extienden más allá. Los analistas consideran que el mercado global de biopesticidas podría alcanzar en 2020 una cuarta parte de la cuota total de fertilizantes y un volumen de negocio de 6.200 millones de dólares (3.200 millones en 2017). Si eso ocurre, las mejores innovaciones del sector tendrán su oportunidad, lo que significará más inversión y empleo.