03/11/14
¡"Bzzz", apadrina una colmena!
La clave está en crear un vínculo empático fuerte con ellas que nos impulse a actuar. Necesitamos que las personas amen y quieran a las abejas como a cualquier otro animal o mascota», proclama.
Ya no nos acordamos de su zumbido y la miel que consumimos es un sucedáneo. Los niños crecen sin saber cómo duele su picotazo o cómo huele una flor. Los kiwis, las calabazas, el melón, las sandías, el calabacín, las manzanas, los melocotones y las almendras se han convertido en productos de lujo, al menos los de verdad. Hemos reaccionado tarde. La sobreexplotación de las colmenas a nivel industrial y el uso indiscriminado de herbicidas y pesticidas han hecho mella. Las abejas ya no pueden vivir en el mundo que hemos creado.
El párrafo anterior bien podría ir acompañado de una melodía tenebrosa, un grito agudo y una etiqueta certificada de ‘producto distópico’. Lamentablemente, no está tan lejos de la realidad. En el suroeste de China, los agricultores polinizan sus manzanos y perales a mano. En España corremos el riesgo grave de seguir sus pasos. Afortunadamente, todavía quedan personas que no han tirado la toalla. Jesús González lleva toda la vida criando abejas y cuatro años al frente de Apadrina una Colmena en Pedro Bernardo, Ávila. Un proyecto ecológico y sostenible que pone su granito de arena para superar este problema. «Las abejas polinizan hasta 160.000 especies de frutales, flores y árboles. De todos esos, ellas solas se ocupan del 80 por ciento», afirma Jesús. Él está convencido de que se pueden salvar. Todo pasa por crear y consolidar ese vínculo entre personas y abejas.
Muy a su pesar, las abejas están desapareciendo y con ellas muchos otros insectos polinizadores como los abejorros —¿cuánto hace que no ves uno?—, las mariposas y otros. En un estudio de Greenpeace titulado Alimentos bajo amenaza, la ONG expone que casi tres cuartas partes de los principales cultivos para el consumo humano en España dependen de la polinización que realizan estos insectos. Algo sumamente relevante a nivel alimenticio, pero también comercial, ya que España es el segundo productor mundial de almendras, el cuarto de melocotones y nectarinas y el tercero de fresas, cultivos que pertenecen a los sectores más vulnerables a la falta de polinización por insectos. Además, España es el país de la Unión Europea más importante en cuanto a producción apícola, con un 17 por ciento del censo total comunitario.
Por su parte, la Unión Europea se ha puesto a cuantificar el despoblamiento de las colmenas e identificar las causas. En abril de 2014, el Laboratorio de Referencia Europeo para la Salud de las Abejas (EURL) publicó los resultados del primer programa activo de vigilancia epidemiológica sobre la mortandad en las colmenas de abejas (EPILOBEE). La investigación se realizó en más de 30.000 colmenas de 17 países miembros a lo largo de 2012 y 2013 y, además de contabilizar las muertes, recogió las prácticas agrícolas y las manifestaciones clínicas de las enfermedades parasitarias e infecciosas más prominentes. En invierno, la época más delicada, la mortandad osciló entre el 3,5 por ciento de la colmena y el 33,6. Los países del norte del continente fueron los más afectados con cifras por encima del 20 por ciento mientras que España y otros países mediterráneos perdieron menos del 10 por ciento de las colmenas estudiadas. Sin embargo, estos datos contradicen a los del sector apícola español, publicados en el estudio de Greenpeace, que afirman que la mortandad en nuestro país se situó entre el 20 y el 40 por ciento. Aquí algo falla.
¿Por qué caen las abejas como moscas?
Los datos pueden ser difíciles de contrastar, pero para Jesús González las causas son claras: «la desaparición de las abejas se produce por tres motivos: herbicidas, sobreexplotación y la varroa». España es el país de la Unión Europea que más transgénicos cultiva en su suelo, especialmente la variedad de maíz de Monsanto MON 810. Los herbicidas utilizados en esta clase de cultivos son altamente perjudiciales porque envenenan campos y plantas en los que las abejas liban. Además, según el estudio de Greenpeace, la utilización de insecticidas en España aumentó un 56 por ciento entre 1990 y 2010. En la actualidad están autorizados 319 insecticidas que indican claramente que son peligrosos para las abejas en la ficha de registro del producto. Entonces, ¿por qué no se prohíben?
«La abeja se encuentra en vías de extinción porque la hemos explotado en la producción industrial», afirma Jesús. «Los explotadores industriales lo que hacen es sacar toda la miel de las colmenas y alimentan a las abejas con azúcares y sucedáneos. Esto provoca deficiencias en su alimentación que, junto con la acción de los herbicidas, dejan su sistema inmunitario hecho polvo». España tiene de hecho el mayor nivel de profesionalización de apicultores de la UE. De los más de 24.000 censados por el Ministerio de Agricultura, un 19,1 por ciento reúnen 150 colmenas o más. Este porcentaje significa más del 80% del total de las colmenas censadas. Si España es el país con mayor producción apícola de la UE y el más profesionalizado, convendría cuidar mucho las prácticas de producción.
Como indica la investigación EPILOBEE de la UE, solo se detectaron casos esporádicos de epidemias virales y parasitarias en algunos países miembros, así como la presencia de algunos insectos. Sin embargo, lo que sí se encontró en la mayoría de casos fue la varroasis, una enfermedad producida por el ácaro varroa. «Este bicho apareció hace 25 años y puede llegar a destruir colmenas enteras». La varroa se instala en las celdillas de las colmenas y le chupa la sangre a las larvas. También se adhiere a la espalda de las adultas para hacer lo mismo. Los investigadores han advertido recientemente que los tratamientos químicos contra este ácaro se tienen que cambiar cada 3 o 4 años porque se inmuniza. De ahí que cada vez se pruebe más con tratamientos naturales. «Antes las abejas se podían defender solas de ácaros, virus y bacterias. ¿Por qué ahora no?», pregunta irónicamente Jesús.
¿Qué hace Jesús para salvar las abejas?
Subí a visitar sus abejas el 15 de julio o ‘día de luz flor’, una fecha señalada en el calendario biodinámico de Rudolph Steiner en la que Jesús abre sus colmenas para que reciban un impulso cósmico que potencie la puesta de huevos de la abeja reina. Nos pusimos el traje y mientras yo tiraba fotos, él calmaba los enjambres con el ahumador, revisaba la población de los panales y rellenaba un estrecho recipiente interno con una infusión hecha a base de siete plantas medicinales. Entretanto, yo escuchaba con atención la pequeña porción de su universo apícola que me iba contando. «Ellas me conocen ya. He desarrollado un vínculo con ellas y me saben identificar».
Jesús gestiona sus colmenas de manera sostenible además de tenerlas en un lugar silvestre en altura para alejarlas lo máximo posible de los herbicidas e insecticidas que emplean los agricultores. «Nosotros las alimentamos bien. En otoño dejamos hasta 15 kilos de miel para que pasen el invierno y tenemos colmenas sin ánimo de lucro de las que no sacamos nada de miel durante todo el año. Cuando las abejas alcanzan la superpoblación, nace otra reina y se lleva la mitad de la colmena para asentarse en otro sitio del monte». Y si se presenta una epidemia de varroasis, utilizan solamente tratamientos autorizados en la apicultura ecológica como el timol y el ácido fórmico.
Tratarlas como reinas está muy bien, pero Jesús sabe que la salvación pasa por acercar las personas a las abejas para que entiendan su situación. Para ello, los socios de su proyecto apadrinan una colmena por 35 euros al año a cambio de tres kilos de miel, o dos, y uno de propóleo; se les pone su nombre en las colmenas y tienen derecho a visitas guiadas. Actualmente cuenta con socios de Valencia, Asturias, Valladolid, Madrid y Ávila. Por si fuera poco, acaba de abrir un centro de interpretación de las abejas en Pedro Bernardo con colmenas de paredes transparentes, lugares de producción de miel y otras instalaciones con el propósito de acoger visitas guiadas para colegios, asociaciones y particulares. «Las abejas se pueden salvar. Es muy importante que pongas eso en el artículo porque los medios siempre son muy pesimistas».