30/06/15
“El gran desafío es de dónde sacar terreno para alimentarnos”
David Tilman (Illinois, 1949) acaba de recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación en reconocimiento a toda una vida de trabajo. Saltó a la fama mundial con un estudio publicado en 1994 en la revista Nature en el que demostraba que una biodiversidad rica es determinante para el funcionamiento de los ecosistemas. “Un entorno con menos especies es menos productivo y más vulnerable”, asegura. Sus investigaciones se centran ahora en resolver el problema alimenticio, “la clave de la supervivencia” para la humanidad y el planeta.
¿El principal problema de la Tierra es la superpoblación?
Gran parte del daño que le hacemos al medio ambiente tiene que ver con la cantidad de recursos que consumimos. Esperamos que la población mundial crezca entre 3.000 y 4.000 millones de habitantes en los próximos 80 años. La buena noticia es que la renta media aumenta; la mala, que es imposible que 11.000 millones de personas sigan los estándares occidentales de consumo. La mitad de la superficie terrestre del planeta se dedica a producir alimentos. Uno de los grandes desafíos de la humanidad para los próximos años será ver de dónde sacar más terreno para alimentarnos. Deberemos ganarle a selvas, bosques y sabanas un terreno equivalente a la superficie de EE UU.
¿Cuál es la alternativa?
La mayoría de cultivos del mundo están en países pobres, que además son en los que aumenta más la población y la demanda de comida. Solo obtienen un 20% del rendimiento de la tierra que podrían lograr. Nuestros estudios indican que si se optimizase el uso del suelo toda la población mundial podría alimentarse con una dieta rica. Y nunca más necesitaríamos ampliar la superficie dedicada al cultivo. La realidad es que estamos desforestando 20 millones de hectáreas anuales porque no sabemos sacarle el rendimiento apropiado a la tierra. Ese es un gran problema a resolver.
¿Cómo sería esa dieta?
En el mundo hay 1.000 millones de personas desnutridas y 2.000 con sobrepeso. Necesitamos dietas más equilibradas. La agricultura es responsable de entre el 25% y el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Resulta que las dietas más sanas son también más sostenibles: requieren menos agua, energía y terreno. Lo demostramos en un artículo publicado el año pasado en la revista Nature. Si la gente tuviese hábitos saludables le ahorraríamos al medio ambiente tantos problemas como si lográramos sacar más rendimiento a los cultivos. Y por supuesto, mejoraríamos la salud mundial: los hábitos de alimentación del primer mundo han provocado una epidemia de diabetes y enfermedades cardiacas.
¿Cuánto costaría alcanzar la productividad óptima de los campos?
Hay varios estudios que dicen que por cada dólar invertido en mejores semillas, fertilizantes, irrigación y otros métodos se obtienen cuatro en forma de más producto. La productividad tiene un coste, pero el retorno es muy superior. El problema es hacer llegar el dinero para esa primera inversión a agricultores con malnutrición. Si se consigue, serán autosuficientes para siempre.
¿Cómo se podría lograr cambiar los hábitos de consumo del primer mundo?
Muchos economistas me dicen que lo más sencillo sería subir los impuestos de la comida poco saludable. Uno de mis estudiantes ha calculado que habría que duplicar o triplicar su precio. Aunque eso no va a pasar [risas]. Creo que la transición tendrá que venir de la gente, que se dará cuenta de que es mejor para su propia salud y para el medio ambiente. Además, hay alimentos deliciosos que entran en las llamadas dietas saludables. La mediterránea, por ejemplo, rica en vegetales y en la que no abunda la carne, es una de las más equilibradas y sanas del mundo. Lo mismo pasa con la japonesa o la india, que es casi vegetariana.
Es un gran sacrificio para una sociedad en la que todavía hay científicos que niegan el cambio climático.
Los científicos estamos entrenados para cuestionarlo todo. No me sorprende que queden algunos que no lo hayan aceptado. Yo mismo creía hace 30 o 40 años que no era para tanto. Pero ya disponemos de enormes cantidades de datos y sabemos mucho más acerca de cómo funciona el clima global. Nadie puede negar que la temperatura global aumentará en los próximos años y que eso traerá grandes consecuencias para todo el planeta. Todavía no conozco a nadie que sostenga que no hay pruebas de que la actividad humana está alterando el clima.
Usted dedicó años a investigar las posibilidades de los biocombustibles. ¿Por qué no acaban de arrancar?
A largo plazo tienen un pequeño pero importante nicho. El problema es que para producirlos hace falta grandes cantidades de biomasa, y eso también requiere terreno. Creo que nunca veremos más del 5% o 10% de la energía mundial ubicada en este recurso.
¿Qué fuentes de energía debemos explotar para ser más sostenibles?
Solar, eólica y olas marinas serán las principales. También soy un firme defensor de la nuclear. Los problemas que se derivan de ella son menores que los de otras. Cuando se quema carbón, una de las tecnologías más sucias que hay, se inunda el aire con partículas que cuestan muchas vidas.