CHIL.org

Miguel Lorenzo

10/01/13

“Lo orgánico ya no es cosa de dos jipis” afirma Mª Dolores Raigón, Presidenta de SEAE

Maneja dos despachos, el de subdirectora y el de profesora. Y todos los laboratorios se abren a su paso. En este espacio, María Dolores Raigón (Montilla, Córdoba, 1961), catedrática y doctora en Agricultura Ecológica, lleva décadas investigando sobre las propiedades de los productos orgánicos (no se usan con ellos ni pesticidas ni fertilizantes) y sus modificaciones genéticas. Por eso su discurso es tajante: “Este tipo de alimentación ya no es una cosa de dos jipis como antes; ahora es algo global”.

Cada comida supone “un gran riesgo de salud”, prosigue: “Y ya verás cuando se le encuentre el potencial como medicina preventiva”. Partiendo de estas certezas, que maneja entre nombres técnicos y ejemplos cotidianos, la ingeniera desbroza todos y cada uno de los argumentos a favor y en contra de este tipo de cultivos con una pedagogía fascinante, entre lo maternal y lo profesional. Segunda de ocho hijos, lleva toda la vida estudiando lo que considera el “fin último” de la tierra: los alimentos. Ha impartido charlas por toda España y en países como Portugal, Rumanía o Brasil. De este último, por cierto, se trajo unas conclusiones muy esperanzadoras: “Están abogando mucho por la economía y el abastecimiento familiar”.

A este tipo de consumo alude cuando describe a los “talibanes de lo ecológico”: “España es uno de los mayores productores europeos, pero está a la cola en cuanto a consumo”, lamenta. ¿Y es mejor tomar productos biológicos si tienen que recorrer hasta 2.000 kilómetros? “Bueno, a veces no tiene mucho sentido”, resume mientras baja la voz en una charla intercalada entre interrupciones de alumnos y apreciaciones de la maestra.

El tema levanta ampollas. Hace unos meses, apareció un estudio que negaba beneficios nutricionales “significativos” de estos alimentos: “Era un informe que reconocía su escaso margen temporal y que, aun así, daba valores positivos a todo lo orgánico”, incide mientras se empeña en imprimirlo y desgranarlo punto por punto. “De todas formas, hay más razones, como el respeto medioambiental y la lucha contra el despilfarro”.

¿Y el precio? “Bueno, todo es cuestión de prioridades”, acierta a decir, aunque comprenda la inaccesibilidad de muchas personas a este mercado. “Yo en mi casa lo cumplo casi al 100%. Me cuesta más en la universidad”, añade mirando el vaso del café. Y a pesar de que esta defensa le hace hablar de la “resistencia” a los antibióticos o de “nitritos” en la comida, Raigón también critica alguna de las prácticas: “La mercantilización llega a todos los rincones. En lo orgánico también hay derroche porque se empieza a descartar lo feo”, aclara. Esta pretensión estética ha acabado con la diversidad y ha favorecido la vulnerabilidad de las plantas y alimentos, acostumbrados a desarrollarse en un medio inocuo que acaba con el ecosistema local: “Lo que no es bueno es la comodidad, que es lo que hemos hecho con la agricultura convencional. Les hemos retirado todas las amenazas y sus defensas han desaparecido. Lo mismo que con los seres humanos”, concluye.