03/07/14
El errático vuelo de las abejas
La primera vez que Stephan Wolf vio en detalle un panal de abejas abierto quedó absolutamente maravillado. Fue en 2011, cuando empezaba sus investigaciones en el instituto de investigación agrícola más antiguo del mundo, Rothamstead Research, en el condado de Hertfordshire, Inglaterra. Todas las abejas volaban a su alrededor, el zumbido era ensordecedor. Y ahí estaba frente a él esa fascinante minisociedad. “Es como un milagro”, cuenta en conversación telefónica desde Londres, “resulta impresionante ver lo bien que están organizadas las abejas; sus capacidades cognitivas son extraordinarias”. El joven investigador alemán, de 34 años, ahora instalado en la Queen Mary University londinense, lleva nueve años dedicado a estudiar el comportamiento de estos insectos.
Las abejas viven ahora en un entorno muy distinto del de hace 50 años. Su población cae y hay varios factores que explican el fenómeno: emergencia de nuevas enfermedades, uso de pesticidas, la alimentación o los efectos de la mano humana en la alteración de los paisajes y la administración de los panales. El Doctor Wolf, que forma parte del Grupo Ecológico de Polinización del Rothamstead Research, empezó a estudiar en 2011 el comportamiento de las abejas mediante una tecnología puntera que usa un sistema de radar armónico para seguir sus movimientos. Para ello, se instala una pequeña antena de 60 milímetros en la espalda de la abeja que permite rastrear sus desplazamientos.
Wolf indica que el uso de la antena no falseaba para nada el estudio ni tiene implicaciones negativas para el insecto: según explica, las abejas están acostumbradas a viajar con cargas que representan el 90% de su propio peso.
Antes de iniciar las investigaciones, no tenían muy claro el motivo por el cual las abejas mostraban un comportamiento errático en su vuelo, a qué se debía su déficit de orientación, sus problemas para regresar a la colmena (uno de los motivos de su progresiva desparición). La investigación con esta técnica permitió ver que esto se debía, en gran medida, señala, a enfermedades como el Nosemae Caranae, procedente de Asia, que llegó a Europa en 1998, y que las abejas contraen cuando se alimentan. El estudio aún no está concluido.
“Es más fácil que se extravíen si hay pesticidas”, añade Matthias Becher, biólogo alemán de la Universidad de Exeter, Reino Unido, que también pasó por el instituto de investigación de Rothamstead. Este biólogo ha trabajado en el desarrollo de un programa informático con el que se pretende explicar el declive en las colonias de abejas. Becher incide en que, efectivamente, es la interacción de varios factores lo que ha conducido a la situación actual. Y dice que le fascina la capacidad de las abejas para cuidar las unas de las otras y su manera de comunicarse mediante movimientos del abdomen para indicar una dirección de vuelo.
Una abeja obrera puede visitar hasta 800 flores cada vez que sale de viaje. Abandona la colmena en busca de néctar entre siete y trece veces al día.“Son increíblemente eficientes en su interactuación con el medioambiente”, explica Wolf, “y mucho menos ineficientes que las sociedades humanas”. Por eso han sido objeto de estudio desde tiempos inmemoriales. Aristóteles, Plinio y Virgilio ya se fijaron en ellas.
Obreras en el aire
Una abeja obrera que recoge néctar hace normalmente entre 7 y 13 viajes por día.
Emplea entre 27 y 45 minutos en cada uno de esos desplazamientos.
Puede visitar entre una y 200 flores en cada viaje..
La velocidad punta de una abeja obrera es de 29 kilómetros por hora.
Es capaz de recorrer hasta 804 kilómetros a lo largo de su vida.
Las abejas viven entre cuatro y seis meses en invierno y entre 28 y 35 días en primavera y verano.