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El sector agroalimentario se moderniza en 25 años a golpe de globalización

Durante este cuarto de siglo, agricultores y pescadores han sido ejemplos prácticos de adaptación e integración en el club de los países comunitarios, en el que España entró en 1986.

A golpe de reforma y apertura de mercados, la producción de alimentos y bebidas se ha consolidado como motor para la economía española y ocupa el primer puesto como sector industrial en facturación, con el 2,7 % del PIB.

Un recorrido entre 1990 y 2015 deja muchos hitos políticos y económicos que han cambiado de arriba a abajo toda la cadena: el campo, el mar, las fábricas o los hábitos de los consumidores.

España ha pasado de temblar cuando, en los 90, sus camiones de fruta cruzaban los Pirineos, por el miedo a los ataques de sus vecinos franceses, a encabezar el grupo de países con mayor protagonismo en defender el modelo comunitario de agricultura.

Respecto al campo, la UE acometió las reformas más ambiciosas de la Política Agrícola Común (PAC); sus seis revisiones (1992, 1999, 2003, 2008 y 2013) inquietaron a los agricultores, que tomaron las ciudades para mostrar su descontento.

Al recordar movilizaciones agrarias, destacan las convocadas por las reformas del aceite de oliva, la competencia del tomate marroquí, los precios en origen o las protestas, también impulsadas por los pescadores, por el encarecimiento del gasóleo.

Lo supieron los ministros de Agricultura que ejercieron el cargo en estos años: Carlos Romero, Pedro Solbes, Vicente Albero, Luis Atienza, Loyola de Palacio, Jesús Posada, Miguel Arias Cañete (dos veces), Elena Espinosa, Rosa Aguilar e Isabel García Tejerina, la titular actual.

Las negociaciones globales han marcado también este período, especialmente las relacionadas con la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la apertura de los mercados.

En 2007 y 2008 el mundo vivió una grave crisis alimentaria por la carencia de materias primas; la volatilidad de precios y la especulación en los mercados dificultaron la oferta de alimentos para los países en vías de desarrollo.

En pesca, la flota nacional ha surcado un cuarto de siglo muy agitado y duro, tras el cual España, potencia pesquera, ha cambiado radicalmente su imagen y se ha convertido en uno de los que más vigila e inspecciona en el mar.

Los conflictos en este ámbito elevaron tensiones diplomáticas, como la "guerra de la anchoa" con Francia (1994) o la del "fletán" con Canadá (1995), los problemas con Gibraltar o el acuerdo entre la Unión Europea (UE) y Marruecos, que sobrevive a 25 años de ajustes e interrupciones.

La pesca conmocionó a España cuando los piratas somalíes secuestraron a atuneros en aguas del océano Índico; el rapto del navío vasco "Alakrana" en 2009 mantuvo en vilo al país 47 días.

En el caso de la industria alimentaria, la globalización le ha dado la oportunidad para exportar y hoy venden fuera el 28 % de la producción total.

Las 29.196 empresas que integran este segmento facturan 90.000 millones de euros, ocupan el cuarto puesto en Europa y el octavo del mundo, según la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB).

En su cara más mediática, han sido portada sonados escándalos financieros, como los casos de los hermanos Salazar en la antigua SOS, el conglomerado empresarial de Nueva Rumasa, o Pescanova, que aún se dirimen en los tribunales.

Fabricantes y empresas de distribución han tenido que adaptarse también a los cambios de consumo; los españoles han aumentado sus visitas a las grandes superficies y supermercados y acuden menos a las tiendas tradicionales.