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Eugenio DOP

01/03/14

España se convirtió en 2013 en el primer productor de vino de la Unión Europea (UE)

La anterior se produjo en 2004. Sin embargo, desde entonces las cosas han cambiado mucho, y lo que hace una década respondía a unas condiciones climatológicas excepcionales (cosechas medias de entre 35 y 40 millones de hectolitros), hoy se ha convertido casi en una realidad cotidiana, ya que los procesos de cambio abordados en el sector han llevado la producción por encima de los 50 millones de hectolitros.

El control del potencial de la producción de vino para ajustarlo a las necesidades de la demanda ha sido uno de los principales objetivos de las dos últimas reformas de la Organización Común de Mercado (OCM), en 2001 y 2008, vía políticas de reestructuración y reconversión, con la contención de las plantaciones y las ayudas al arranque de las cepas. La misma filosofía mantenida en la última reforma de la Política Agrícola Común, en la que se eliminaron los derechos de plantación de los viticultores para sustituirlos por autorizaciones de plantaciones de hasta el 1% sobre las superficies de cultivo en cada Estado miembro.

El viñedo ha sido el sector agrícola que ha protagonizado uno de los mayores procesos de cambio tanto en el recorte de las superficies de cultivo como en las condiciones de producción en los últimos años. Las razones para abandonar las tierras han llegado desde el propio sector por los bajos precios pagados por la uva en la última década, la baja rentabilidad del trabajo y la falta de incentivos para un relevo generacional. Pero destaca especialmente la estrategia acordada por la Unión Europea en las dos últimas reformas de la OCM, impulsando los procesos de reestructuración y reconversión de los viñedos con políticas de ayudas dirigidas al arranque de 175.000 hectáreas en toda la UE en las campañas realizadas entre 2008 y 2011.

La aplicación de la reforma de 2001 para la reconversión y la reestructuración del viñedo en España supuso hasta 2008 la actuación sobre un total de 203.233 hectáreas, que recibieron 1.308 millones de euros de ayudas (con una media de 6.435 euros por hectárea). En el periodo comprendido entre 2008 y 2012, las actuaciones afectaron a otras 71.397 hectáreas, cuyas ayudas fueron de 358,3 millones de euros. En total, el sector ha recibido 1.662 millones de euros para mejorar 274.631 hectáreas, de las que el 47% correspondieron a Castilla-La Mancha.

Las actuaciones más importantes por las que optaron los viticultores españoles se dirigieron al desarrollo de nuevas plantaciones, cambio de viñedos con cepas de vaso por copas en espaldera, la sustitución de superficies de secano por riegos (que ya suponen el 35% de todos los viñedos, y dentro de ellos, los riegos localizados), a mejoras en la gestión de las superficies y el cambio de variedades, en unos casos, en función de la demanda y los precios de los mercados, y en otros, simplemente en busca de una producción mayor para la obtención de vino o mostos.

Los datos oficiales marcan un aumento de las superficies de cultivo de variedades para vinos tintos. Destacan la tempranillo, con el 22% del total; seguida de otras como garnacha, bobal, monastrell, syrah o cabernet sauvignon. Los vinos blancos pierden posiciones, con la variedad airén como estrella, pues concentra el 23% de toda la superficie de viñedo del país.

En otras palabras, el sector ha pasado a producir más y, a veces, mejor. De producciones medias de entre 6.000 y 7.000 kilos de uva por hectárea, en muchas zonas fuera de denominaciones de origen, se ha pasado a cosechas superiores a los 25.000 kilos.

En la dirección opuesta, de acuerdo con la política comunitaria para incentivar los abandonos, los viticultores españoles arrancaron 94.000 hectáreas de forma subvencionada entre 2008 y 2011, de las que 68.000 estaban en Castilla-La Mancha, y 242, en Ribera del Duero. Ni La Rioja ni Galicia arrancaron ni una sola cepa. A esa cantidad hay que sumar las 70.000 hectáreas retiradas del cultivo entre 2001 y 2008.

Y así es como se llega a las actuales 953.000 hectáreas de viñedos de que dispone España actualmente, que la sitúan en la primera posición del ranking de cultivo europeo pese al arranque llevado a cabo en los últimos años. A España le sigue Francia, con un total de 897.500 hectáreas (tras una reducción de 74.300 en el mismo periodo), e Italia, con 655.000 hectáreas, tras un recorte de 114.570.

Hasta finales de la década de los ochenta, las producciones medias en España se situaron entre 25 y 35 millones de hectolitros, con unas superficies de viñedo de 1,5 millones de hectáreas. Estas cosechas, con los altibajos excepcionales derivados de las condiciones climatológicas, se mantuvieron prácticamente en los años noventa, aunque las superficies se habían reducido a 1,2 millones de hectáreas. Pero en la última década, con las superficies de cultivo en caída hasta las actuales 953.000 hectáreas, las producciones medias han superado los 40 millones de hectolitros, hasta la cifra récord de este año de 50,6 millones.

Los datos han desmentido aquellos temores y críticas a la Administración por haber “vendido” al sector que recorrían los pueblos de algunas grandes zonas vitivinícolas nacionales. A quienes auguraban el fin del viñedo en beneficio de los vecinos del norte de los Pirineos. La realidad ha puesto de manifiesto que los viticultores españoles de vocación no solo no han muerto, sino que, a poco que funcionen los mercados, están a la cabeza de las producciones comunitarias.