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Daniel Martínez

01/12/14

La diversidad de las abejas multiplica el rendimiento de algunos cultivos

La biodiversidad también tiene rendimiento económico. Es lo que indica un estudio de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte que ha visto una relación entre la mayor diversidad de las abejas y la producción de arándanos. Este estudio se suma a otros anteriores con similares resultados que observaron una relación entre la diversidad de estos insectos y las cosechas de calabazas.

Las abejas, una especie de mamporreros para algunas plantas, son los mayores polinizadores de la naturaleza, una actividad de la que depende el 35% de la producción mundial de comida. Cuando van a buscar el néctar con el que producen su miel, las abejas llevan el polen desde los estambres hasta el estigma, donde fecunda los óvulos de la flor que dan lugar a las flores y los frutos. Esta actividad, de gran utilidad para todos los seres vivos, pero en particular para los humanos, que emplean incluso abejas domésticas para mejorar las producciones de sus cultivos, ha sido correspondida con cierta ingratitud por los animales civilizados. La destrucción y fragmentación de sus hábitats, el uso intensivo de la tierra o el empleo de algunos pesticidas está haciendo más difícil la vida a estos insectos y mermando su diversidad.

Los autores del último estudio sobre la relevancia económica para la agricultura de la variedad de las abejas salvajes, que se publica en la revista PLoS, tomaron cinco especies de abejas y un grupo de insectos algo menores que realizan una labor de polinización similar. Por la adición de una especie, los agricultores obtuvieron un incremento en el rendimiento de sus cultivos de 563 euros por hectárea. Por ejemplo, si un campo lo polinizaban tres especies, el aumento sería de 1.126 y así sucesivamente. En total, los investigadores estimaron que solo en Carolina del Norte, el beneficio sería de un millón de euros por cada una de las especies de abeja presentes.

Según han explicado los autores del trabajo en un comunicado de su universidad, creen que estos beneficios se podrían deber a que las diferentes especies se complementan, en buena medida debido a que su comportamiento depende del tiempo. Algunas de las especies siguen trabajando aunque el clima esté revuelto mientras otras necesitan un tiempo soleado y cálido para estar activas. “Esto puede marcar una gran diferencia porque los arándanos florecen en marzo y abril en Carolina del Norte y eso significa que el tiempo puede oscilar de maravilloso a horrible”, ha afirmado Hannah Burrack, coautora del artículo.

Ahora, los investigadores tratarán de estudiar el mejor modo de fomentar la biodiversidad, una actividad que, además de un valor ecológico, puede tener un gran valor económico, como han mostrado los investigadores en su estudio. La necesidad de hacerlo también viene sustentada por estudios anteriores, como uno publicado el año pasado en la revista Science, en el que se analizaron 600 campos de 41 sistemas de cultivos en todos los continentes. Los resultados indicaron que la presencia de insectos silvestres doblaba la formación de flores y frutos respecto a la producción cuando solo estaban presentes las abejas domésticas.