09/07/14
La medida de la huella de carbono, elemento de eficiencia y competitividad
Muchas de ellas han mostrado ya su interés, conocedoras de la importancia de la reducción de su huella ambiental, por seguir esta estrategia para ser más competitivas. De hecho, en los Concursos de la Administración se valorará positivamente a las empresas registradas y que tengan en marcha un plan de reducción de emisiones. Ya no será suficiente contar con la ISO 9.001 e ISO 14.001 para optar a Concursos y Contratación Pública. Con casi toda probabilidad, 2014 y 2015 serán años muy activos en cuanto al cálculo de la Huella de Carbono. Empresas y organizaciones intentarán convertir este reto en una oportunidad. El Gobierno prevé que para finales de año se habrán inscrito 300 empresas, logrando una reducción de tres millones de toneladas de CO2 anuales para cumplir con el compromiso del Protocolo de Kioto firmado por España.
El Registro Nacional de Huella de Carbono surgió hace un año cuando se comprobó que diversas empresas españolas compensaban sus emisiones de gases de efecto invernadero en proyectos forestales fuera de España. Se pensó entonces que se debería poder hacer en territorio nacional, promoviendo de esta forma el empleo e inversión en el entorno rural. El Registro consta de tres secciones: la primera está dirigida a las empresas que calculen su huella de carbono y quieran registrarla oficialmente, obteniendo un sello nacional que lo acredite. La segunda incluirá a las empresas y entidades que cuenten con proyectos forestales en España, mientras que la tercera permitirá conectar a las empresas que quieren compensar su huella de carbono con las que tienen proyectos en territorio nacional. De esta forma, la compensación se hará en España, incentivando la creación de masas forestales que absorban CO2.
Entre las ventajas que supone para las empresas el cálculo de su huella de carbono destacan: poder acceder a mercados que requieren este certificado, al mismo tiempo que mejoran su imagen corporativa como entidad socialmente responsable. Si bien el descenso de las emisiones de gases de efecto invernadero en España es debido en buena parte a la crisis económica (somos el tercer país de la Unión Europea que más ha reducido las emisiones de CO2 en 2013, un 12,6%), los últimos datos del INE indican que la Industria Manufacturera, seguida por las empresas de Energía y Agua, la Agricultura, Ganadería, Selvicultura y Pesca, y por último el Transporte y Almacenamiento, son los sectores que más emiten CO2.
Por Comunidades Autónomas, según datos del sistema español de inventario (SEI), ofrecidos por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente, encabeza el ranking de emisiones de CO2– eq (kt) Andalucía (53.762), seguida de Cataluña (45.917), Castilla y León (34.072), Galicia (27.597), Comunidad Valenciana (27.474), Asturias (23.205), Madrid (22.459), Castilla – La Mancha (20.758), Aragón (19.287), País Vasco (19.044), Canarias (13.982), Baleares (9.909), Extremadura (8.146), Cantabria (6.691), Región de Murcia (6.658), Navarra (6.291), Ceuta (552) y por último Melilla (340).
La medida de la huella de carbono en los procesos de fabricación se está convirtiendo pues en un elemento clave de competitividad. Poco a poco las empresas están incorporándose a este esquema, asumiendo la producción sostenible, reduciendo el consumo energético y sus costes asociados.
Algunos mercados europeos y americanos están siendo muy exigentes al respecto, dando ventaja a productos con huella de carbono neutra. Si bien hoy en día la medición de la huella de carbono empieza a ser utilizada para diferenciar productos y empresas, en un futuro más cercano de lo que pensamos será una exigencia de los mercados internacionales. Las empresas españolas exportadoras deberían tener en cuenta este hecho para aumentar sus posibilidades de exportación: a menor huella de sus productos, mayor aceptación y ventas.
Para aquellas empresas que no quieran desaprovechar las oportunidades que brinda la medición de la huella de carbono, existen Consultoras que pueden asesorar de forma rápida, tanto en la medición en sí, como en la puesta en marcha de planes de reducción de emisiones. Las organizaciones consiguen de esta forma un adecuado desarrollo empresarial, optimizando gastos y ganando en competitividad.