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Miguel Lorenzo

11/12/14

La viticultura orgánica precisa cambiar el 'chip': prevención frente a las 'medicinas' invasoras

Los viñedos son fáciles de identificar a la vista, ya que suelen estar aislados del resto y tras la vendimia se labran los suelos -los más puristas o que tienen pequeñas superficies incluso con animales- y se abonan con compost animales. A principios de año empieza a aparecer una capa vegetal que compite con las viñas durante el vigor de la brotación.

En los viñedos ecológicos las cepas conviven con flora y fauna autóctona y son precisamente los propios 'bichitos' los que se encargan de garantizar el ciclo de la vid. En este sentido, los únicos productos químicos autorizados son el azufre y el cobre, especialmente eficaces contra el temido mildiu y el oidio, aunque normalmente la intención de este tipo de viticultores es reducir al máximo posible este tipo de tratamientos que sustituyen, o completan, con infusiones homeopáticas de ortigas, cereales, valeriana, manzanillas...

Ácaros depredadores contra la araña amarilla o feromonas por confusión sexual contra la polilla son prácticas que, cienfíficamente, han demostrado resultados incluso superiores a los productos de síntesis empleados en la viticultura convencional.

Ahora bien, la competencia de la cubierta vegetal y de la propia biodiversidad de los viñedos obligan a trabajos constantes en la viña, que implica, por supuesto mano de obra, para la espergura, los deshojados y las podas en verde si son necesarias para limitar rendimientos.

Desde el punto de vista filosófico, la viticultura ecológica se alza contra la globalización, la estandarización de los vinos y propone una vuelta atrás en el tiempo hacia la viticultura que practicaban nuestros ancestros: un nuevo ambiente saludable para la planta, los suelos, el viñedo y el propio viticultor.

El viticultor ecológico trabaja, normalmente, las variedades autóctonas de la zona en la búsqueda de esa autenticidad e identidad de los vinos. Cienfíticamente, en los viñedos orgánicos al cabo de pocos años de aclimatación se observa una mayor resistencia a plagas y enfermedades, mayor cantidad de levaduras autóctonas, mayor acidez total y menos pH, mayor intensidad aromática y color. Es decir, mayor calidad potencial para los vinos.