17/11/14
Lo verde echa raíces en la ciudad
Algo tan simple como un huerto se ha convertido en un movimiento urbano imparable. El Urban Farming ha llegado a las ciudades para quedarse. Los hay en Londres, Nueva York o París. En Copenhague ya son obligatorias las azoteas verdes. La primera fue Toronto, Canadá, donde hay 1,2 millones de metros cuadrados de este color.
Una pizca de tendencia por lo ecológico, una gota de compromiso ambiental y unos toques de hábitos de consumo más saludables. Son las motivaciones de estas ensaladas urbanas. En España son, al menos, 216 las ciudades que cuentan con huertos urbanos, una cifra que se ha multiplicado por 15 desde 2006. Hay 400 huertos y 15.243 parcelas que ocupan una superficie que supera las 166 hectáreas, contabiliza Gregorio Ballesteros, miembro de Ecologistas en Acción y de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica. Se trata de huertos de ocio, familiares o sociales, escolares, para personas jubiladas, comunitarios, etcétera. El 11% del total son privados.
Alquilar un huerto de 25 metros cuesta 35 euros al mes, incluido el riego
Crecen en las fachadas y en las cubiertas de los edificios, tanto en hoteles, como en museos y viviendas. Miles de azoteas lucen lechugas, tomates o calabazas. El hotel Wellington (Madrid), ha sido uno de los últimos en sumarse al reto, con un huerto de 300 metros cuadrados a 30 metros de altura.
También crecen los rincones hortofrutícolas de andar por casa, ya sea en chalés con espacio de sobra o en pisos. La escasez de metros ya no es un problema ni tampoco una excusa. Cada vez son más frecuentes los minhuertos en terrazas y patios, por lo que el mercado se ha apresurado a lanzar una amplia gama de productos, como las mesas de cultivo, que cuestan entre 100 y 275 euros.
El verde está entrando en las ciudades, tanto desde la iniciativa privada como desde el ámbito municipal. Cada semana un Ayuntamiento ofrece suelo para huertos comunitarios. Uno de los últimos ha sido el de Madrid, que ha sacado a concurso las primeras 15 parcelas que podrán ser transformadas en huertos urbanos ecológicos.
Los terrenos tienen una superficie media de 1.000 metros cuadrados y se adjudicarán a organizaciones sin ánimo de lucro con el compromiso de no vender los productos cultivados. Las concesionarias tendrán que contribuir de forma altruista a la promoción de los valores medioambientales, educativos y de convivencia vecinal.
Crece el uso de mesas para mini cultivos en patios y terrazas
Aunque hay un pero: imputan los costes del agua a las adjudicatarias de las parcelas. “Es dar al traste con una larga y difícil regularización, que por fin iba a sacar de la semi-clandestinidad a estos espacios en Madrid y permitiría que fuese una de las ciudades pioneras en este tipo de regularizaciones”, explica Pablo Llobera, educador medioambiental y portavoz de la Red de Huertos Urbanos Comunitarios de Madrid, para quien cada huerto urbano consolidado es una conquista social.
Se sumarán a las huertas que funcionan desde hace años, como La Huertita de Tetuán, en el barrio madrileño que lleva el mismo nombre. Solo en la capital hay unas 33 iniciativas comunitarias como esta.
En Barcelona la tradición de huertos se remonta al año 1986, cuando un grupo de vecinos montan el Hort de l'Avi, al lado del Parc Güell. En la Ciudad Condal superan la veintena.
Pero no es nada nuevo. “Sus orígenes se remontan a la Segunda Guerra Mundial, aunque el antecedente del fenómeno actual podría encontrarse en la Green Guerrilla de las ciudades norteamericanas, donde vecinos organizados deciden reverdecer solares abandonados para convertirlos en recursos vecinales, ecológicos y educativos. Aquellas oleadas llegaron a Europa y a España, donde la horticultura urbana en realidad nunca llegó a desparecer, aunque sí a marginalizarse”, explica LLobera.
Sus ideas se centran en desarrollar valores comunitarios: arraigo con el barrio, espacio de encuentro y trabajo intercultural y multigeneracional, educación ambiental, etcétera. El cultivo que se recoge se suele comer en el propio huerto o se reparte entre los asiduos. Cada uno establece los criterios de reparto.
Porque los tomates no saben a tomates. Por eso y por la búsqueda de una alimentación sana, están proliferando otra tipología de huertos: los comerciales. Se trata de alquilar pequeñas parcelas donde cada particular o familia cultiva sus propias verduras y frutas. Al tiempo, los propietarios de esos terrenos que no tenían uso encuentran en ellos una salida profesional.
Alegría de la Huerta, en San Martín de la Vega (Madrid) es un proyecto formado por tres amigos que proceden del mundo del cine. “El proyecto surge por la crisis y además de la necesidad de montar un negocio diferente, que plantee un tipo de ocio sano, divertido y constructivo, sobre todo si tienes hijos. Nuestros clientes hacen todo el proceso, desde la siembra hasta la recolecta”, dice Olaf Guembe.
El perfil del hortelano aficionado es muy variado. “Tenemos muchas parejas jóvenes que quieren enseñar a sus hijos cómo es cultivar tus propios productos. También tenemos un alto porcentaje de gente joven que quiere acercarse al cultivo ecológico. Y muchos usuarios que están recién jubilados”.
En este huerto hay parcelas desde 25 metros cuadrados y se alquilan por 35 euros al mes. El tamaño estándar es de 50 metros, suficiente para una familia de cuatro miembros. En cada terreno hay una toma de agua y el consumo está incluido en la cuota mensual.
La empresa pone toda la infraestructura (suelo, asesoramiento, riego, material de riego, aperos, plantel, invernadero…) y a partir de ahí, cada particular gestiona su huerto. “La mayoría de usuarios viene una o dos veces por semana y es suficiente para tener el huerto en buen estado, aunque depende de la época del año y de los cultivos”, explica Guembe.
Te Pongo un Huerto nace hace un año en Córdoba de la mano de Agustín Román. Se trata de un suelo agrícola de una hectárea al que no le estaba dando ningún uso. Las parcelas son de 50 metros cuadrados y el alquiler sale por 35 euros mensuales. Está incluida una boca de agua para riego, la azadilla, un manual formativo, uso de los materiales comunes y acceso a todas las zonas comunes.
Son solo un par de ejemplos de la enorme lista de huertos comerciales que existen en España.