04/03/14
Los asesinos de las abejas contagian a los polinizadores naturales
El virus DWV y el hongo Nosema ceranae, principales matarifes de las colmenas de medio mundo, se han extendido a los polinizadores naturales como los abejorros, que son aún más importantes que las abejas comerciales para la agricultura y el medio ambiente. Los científicos de la Royal Holloway University de Londres lo han demostrado en experimentos de infección en el laboratorio y en un estudio de campo a gran escala. Las 250 especies de abejorros peligrarán pronto tanto como las colmenas de los apicultores, con consecuencias económicas indeseables.
Los experimentos de infección en el laboratorio demuestran que el virus DWV –deformed wing virus, o virus de las alas deformes, aislado en las colmenas de Japón en los años ochenta— no solo es capaz de transmitirse de las abejas comerciales a los abejorros, sino que hace enfermar a los segundos y acorta su vida. También el segundo gran patógeno de las colmenas, el hongo –o microsporidio, más correctamente— Nosema ceranae es capaz de hacer ese viaje fatal desde el género ‘Apis’ (el de la abeja) hasta el género ‘Bombus’ (el de las 250 especies de abejorros).
Nosema fue identificado en la década pasada como uno de los grandes matarifes de las colmenas por Mariano Higes y su laboratorio del Centro Apícola Regional de Marchamalo, en Guadalajara. La nueva investigación de Matthias Fürst y sus colegas de Londres se presenta en la revista Nature.
Más preocupante aún es el estudio de campo que Fürst y su equipo han llevado a cabo por toda Gran Bretaña y la Isla de Man, que ha revelado que tanto el virus como el microsporidio que emergieron en las abejas comerciales, y que por tanto se pueden considerar una creación de la actividad humana, ya están extendidos entre las especies de abejorros silvestres.
Se podría pensar que son los polinizadores naturales los que han contagiado las enfermedades a las colmenas agrícolas, pero no es así. La diversidad genética del hongo ‘Nosema’ y del virus de las alas deformes es mayor entre las abejas que entre los abejorros. Más aún: las variantes de los patógenos que presentan los abejorros en cada comarca inglesa son un subconjunto de las que ofrecen las abejas en esa misma región. Los algoritmos de la biología evolutiva están habituados a esa geometría: significa que la enfermedad se está extendiendo de la abeja al abejorro, y no al revés.
El ‘despoblamiento’ de las colmenas preocupa a los apicultores de Europa y Norteamérica desde hace años, y ha suscitado mucha investigación en la última década acerca de los virus, bacterias, hongos y condiciones que la provocan. Son los insectos silvestres como los abejorros, sin embargo, quienes polinizan la mayor parte de los cultivos básicos para la alimentación mundial. La acción de los polinizadores silvestres produce el doble de fruto que la de la apicultura con fines agrícolas.
“Las prácticas comerciales con animales domésticos permiten que las enfermedades infecciosas se propaguen deprisa y encuentren nuevos huéspedes entre los animales silvestres de los alrededores”, dicen Fürst y sus colegas. De hecho, ese contagio desde fuentes domesticadas a silvestres es una de las principales fuentes de enfermedades emergentes que conocen los científicos, aunque el flujo contrario también constituye un factor de peso con ciertos virus, como la gripe aviar, porcina y humana. Los autores proponen aprender de esa epidemiología humana –o ‘vertebrada’, si se quiere— para gestionar también las grandes pestes de las abejas.