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Marta García

09/03/14

Los ecosistemas son clave para adaptar la agricultura al cambio climático

“El Trifinio es como la fábrica de agua de San Salvador y sus alrededores”, afirmó Adriaan Vogel, coordinador del programa Bosques y Agua/GIZ, en un taller sobre agricultura y adaptación basada en ecosistemas realizado en la sede central del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), en Costa Rica, organizado conjuntamente con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y su Portal Regional para la Transferencia de Tecnología y la Acción Frente al Cambio Climático en América Latina y el Caribe (REGATTA).

La reunión fue inaugurada por las viceministras costarricenses Tania López, de Agricultura y Ganadería, y Ana Lorena Guevara, de Ambiente.

La agricultura basada en ecosistemas (AbE) --se explicó en la cita-- es la utilización de la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas como parte de una estrategia de adaptación a los efectos adversos del cambio climático.

“En nuestro mundo, la agricultura no es opcional. Requerimos una visión compartida y un esfuerzo coordinado para seguir produciendo alimentos para la población mundial y encontrar nuevos usos de la biodiversidad, que al mismo tiempo ayuden a su preservación”, dijo Rodrigo Gámez, presidente y fundador del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) de Costa Rica, reconocido mundialmente por sus aportes a la conservación de los recursos naturales y la investigación científica.

“Para aprovechar nuestros recursos en forma sostenible, de modo que sean la base para adaptarnos al cambio climático, la innovación es vital”, manifestó el gerente del programa de Agricultura, Recursos Naturales y Cambio Climático del IICA, David Williams.

Ejemplos de estas innovaciones se encuentran en el Trifinio, explicó Adriaan Vogel: en las zonas de recarga hídrica funcionan sistemas agroforestales de café especial bajo sombra, los cuales acumulan aguan en el subsuelo y generan mayores ganancias para los pequeños productores; en otros lugares se practica la ganadería amigable con el ambiente, mediante la combinación de zonas de pasto con árboles y arbustos; y en otras zonas se recompensa a quienes conservan la cobertura boscosa.

De acuerdo con Mayté González, consultora del PNUMA, la AbE tiene ventajas sobre otras formas de adaptación del agro al cambio climático, como ser accesible para las poblaciones rurales y contribuir a la preservación de sus tradiciones y valores culturales.

“Aparte de impulsar la conservación de la biodiversidad, este tipo de adaptación genera beneficios sociales y económicos a las comunidades rurales”, agregó.

Ampliar el conocimiento

En América Latina y el Caribe, el PNUMA promueve el intercambio de experiencias sobre adaptación y mitigación del cambio climático mediante comunidades de práctica en Internet (grupos de usuarios que comparten información sobre temas de su interés, con el fin de ampliar sus conocimientos).

El registro en estas comunidades, así como más información relacionada, puede encontrarse en el portal REGATTA, en la dirección http://cambioclimatico-regatta.org.

Los extensionistas son uno de los grupos a los que se requiere involucrar para que la agricultura hemisférica incorpore el uso sostenible de los ecosistemas entre sus estrategias de adaptación al cambio climático, aseguró Celia Harvey, vicepresidenta de cambio global y servicios ecosistémicos de Conservación Internacional (CI).

“Muchas prácticas de la adaptación basada en ecosistemas ya se implementan en América Latina y el Caribe, pero para que crezca en la región es necesario cerrar las brechas de conocimiento, impulsarla desde el mundo político y financiero y promoverla desde los servicios de extensión”, manifestó Harvey.