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Jorge GdO

08/09/13

Tras la pista de las abejas

Medio mundo se pregunta qué está pasando con las abejas y hasta han sido portada de la revista estadounidense ‘Time’. Sólo en Europa se prevé “una disminución severa del número de abejas salvajes, abejas en colmenas y otros polinizadores, una tendencia que se espera que continúe”, según espera la propia Comisión Europa que estima que “la actividad de los insectos polinizadores supone al menos 22.000 millones de euros para la agricultura europea, y que el 84% de las cosechas necesitan insectos polinizadores, así como más del 80% de las flores salvajes para su reproducción”. Luis Ferreirim, responsable de la campaña de Agricultura de Greenpeace España, pone el dato sobre la importancia del sector en nuestro país: “España es el principal productor de miel y polen de la Unión Europea, y tiene la cabaña apícola más grande, cerca de dos millones y medio de colmenas. Es imprescindible proteger a este sector. Se estima que la polinización mundial supone 265.000 millones de euros anuales. Ese es el valor solo para la agricultura, es incalculable lo que supone para la biodiversidad”.

Desde la Comunitat Valenciana también se han denunciado las consecuencias de la ausencia de financiación en la investigación, como hizo a principios de año La Unió de Llauradors, que expuso la paralización de la actividad del Centro Integrado Apícola Valenciano, creado en 2007 y que actualmente no funciona. Carlos Muñoz Wilde, responsable apícola de La Unió, se lamentaba en esta denuncia de que los apicultores valencianos únicamente pueden competir con la calidad de sus mieles, pero que para certificarlas “se requieren análisis serios y fiables, como los que hacía el centro apícola en su día”. “Su rápida puesta en funcionamiento de nuevo es por ello obligada y necesaria”, requerían.

Los plaguicidas que producen parálisis en las abejas

Hace un mes, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alomentación pidió a un agricultor que no volviera a utilizar un pesticida en su cosecha después de que murieran más de un millón de abejas en Santa Coloma de Farners (Girona). Es un ejemplo de muertes masivas de abejas que se suceden en Europa y América en los últimos años y que pusieron la voz de alarma hace ya algún tiempo. En ocasiones aparecen abejas muertas, en otras no. En el caso concreto de Girona no aparecieron en los animales restos del pesticida pero las autoridades ya lo habían incluido en la lista de productos peligrosos para las abejas. El sector apícola y las organizaciones conservacionistas llevan 15 años solicitando a las administraciones que se prohíba el uso de ciertos insecticidas que consideran causantes de estas muertes masivas.

“Lo que ocurre desde hace 30 años es que la abeja se expone cada vez a más factores. Y la consecuencia es el momento actual, que la mortalidad anual de las colmenas ha subido. Antes era entre el 5% y el 15%, algo asumible. Ahora estamos en unos niveles de 25% y 30%. Un apicultor que tiene 100 colmenas se le mueren 20 o 30 colmenas al año. Y tiene que tratar de recuperarlas”. Fernando Calatayud es apicultor y técnico de la Agrupación de Defensa Sanitaria Apícola (APIADS) en la Comunitat. Explica que el problema más complicado es la suma de los impactos en las abejas, desde la verroa, un ácaro parásito, los plaguicidas o hasta las sequías. “Es un momento delicado. No vamos a desaparecer en tres o cinco años. Pero si añades más efectos como sequías, en cinco o diez años la apicultura se puede ver comprometida”.

Además, en la Comunitat Valenciana los apicultores afrontan un problema más: los tratamientos que se realizan en los cultivos de cítricos. “Nos ayuda que el clima es más benigno, sobre todo porque aquí la apicultura es trashumante y podemos capear el temporal”, aclara Calatayud, “pero nos afecta mucho el tratamiento que se realiza en los cultivos de cítricos durante su época de floración, que es la principal fuente de ingresos. En estos tres últimos años hemos detectado intoxicaciones graves de abejas en los cítricos aunque está prohibido tratar cultivos en floración que sean atractivos para las abejas. Los que lo hacen incumplen las normas”.

En enero la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria publicó una serie de informes sobre tres neonicotinoides (imidacloprid, el insecticida más vendido en el mundo, clotianidina, ambos producidos por Bayer, y tiametoxam, desarrollado por Syngenta), plaguicidas sistémicos neurotóxicos que dejan residuos en el néctar y en el polen de las flores de los cultivos tratados y afectan al sistema nervioso de las abejas. Provocan su parálisis, su desorientación y su muerte. No regresan a las colmenas, situadas hasta a cuatro kilómetros de distancia. Este tipo de productos anti plaga se suelen utilizar en cultivos de girasol, colza, algodón o maíz, por ejemplo. La Agencia avisó entonces de que no podía sugerir su prohibición porque necesitaba más datos para concluir la investigación pero afirmó que presentan riesgos para las abejas. La Comisión Europea pidió a los representantes de los Estados miembros de la UE que reflexionaran sobre la posibilidad de establecer restricciones sobre estos pesticidas. Con ello, el pasado 24 de mayo se aprobó la prohibición parcial durante dos años de esos tres plaguicidas, decisión que entrará en vigor el próximo diciembre.

Denuncias a la Comisión Europea

Las reacciones a esta moratoria parcial en la venta de estos productos tuvo reacción inmediata. Syngenta, una de las empresas productoras de esos insecticidas, decidió hace sólo unos días denunciar a la Comisión Europea y llevar a los tribunales comunitarios la decisión de suspender temporalmente el uso de thiamethoxam en cosechas a las que suelen acudir las abejas. El jefe de Operaciones de Syngenta afirmó: “Preferiríamos no llevar a cabo actuaciones legales pero no hemos tenido otra opción puesto que creemos que la Comisión Europea ha relacionado erróneamente el thiamethoxam con la disminución de la salud de las abejas. Suspendiendo el uso de este producto violó la legislación comunitaria de pesticidas y aplicó incorrectamente el principio de precaución”. Syngenta considera que la mayoría de los expertos están de acuerdo con la afirmación de que lo que le ocurre a las abejas está producido por enfermedades, virus y pérdida de hábitat y nutrición.

“Era esperable su denuncia. Tienen que defender sus intereses. Pero claro, los intereses de ellos no son ni los intereses de los apicultores, ni del medio ambiente, ni de la sociedad. Estos productos están contaminando el medio ambiente. Esto no es solo un problema de apicultores, es un problema medioambiental muy grave”, afirma el apicultor Fernando Calatayud. “Esta prohibición es muy positiva para nosotros porque nos quitamos un factor muy negativo hacia las colmenas durante, al menos, dos años. Luego ya veremos qué pasa. Hay que tener en cuenta que estos productos se llevan utilizando casi veinte años o más. ¿Cómo desaparecen ahora? Aunque dejen de utilizarse dos años, algunos de ellos persisten en el medio ambiente mucho más”.

A estos tres se ha unido más tarde la prohibición del fipronil (producido por BASF, compañía química alemana) después de que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria confirmara que supone un “riesgo agudo alto” para las abejas. No obstante, los ecologistas ven que “las abejas son solo la punta del iceberg de un modelo de agricultura que está abocado al fracaso, que no nos sirve para alimentar la población actual y esperada para 2050″, tal y como denuncia el portavoz de Agricultura de Greenpeace. “Sólo la agricultura ecológica permite la salvaguarda de los ecosistemas y del equilibrio ecológico fundamental”, recuerda Ferreirim.