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Blanca Perez

12/07/15

Una dieta saludable con el clima

En diciembre, los líderes mundiales se reunirán en París para la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, donde conseguirán sacar adelante un acuerdo integral para reducir las emisiones de carbono y frenar el calentamiento global. En el período previo a esa reunión, los gobiernos de todo el mundo deberían observar un dato crítico pero que muchas veces se pasa por alto: el mayor generador de degradación ambiental y agotamiento de recursos hoy es nuestra dieta cambiante -una dieta que tampoco conduce particularmente a una vida saludable.

En las últimas décadas, los crecientes ingresos han catalizado un cambio importante en los hábitos alimenticios de la gente. La carne, en particular, se volvió un componente cada vez más importante en las dietas de las personas. Como criar y transportar ganado requiere de más alimentos, tierra, agua y energía que cultivar plantas, una mayor demanda de carne agota los recursos naturales, ejerce presión sobre los sistemas de producción de alimentos, daña los ecosistemas y propicia el cambio climático. La producción de carne requiere una cantidad de agua unas diez veces mayor que las calorías y proteínas de origen vegetal. Un kilo de carne vacuna, por ejemplo, requiere 15.415 litros de agua. También es una manera ineficiente de generar alimentos; se necesitan hasta 30 calorías de cultivos para producir una caloría de carne.

La producción de ganado consume una tercera parte de los recursos totales de agua utilizados en la agricultura (que representa el 71% del consumo de agua del mundo), así como más del 40% de la producción global de trigo, centeno, avena y maíz. Y la producción de ganado utiliza el 30% de la superficie de suelo de la tierra que alguna vez albergó vida silvestre, con lo que desempeña un papel crítico en la pérdida de biodiversidad y la extinción de especies.

Las dietas basadas en carne han creado un problema de obesidad global, especialmente en China, cuya creciente influencia internacional está acompañada de cinturas cada vez más anchas en casa.

Los norteamericanos consumen la mayor cantidad de carne per cápita, después de los luxemburgueses. Dado el volumen de la población de EE.UU., esto ya es un problema. Si el resto del mundo se pusiera a la par de EE.UU., las consecuencias ambientales serían catastróficas.

Se calcula que la demanda de carne aumentará un 50% entre el 2013 y el 2025 y que el consumo general seguirá aumentando en Occidente y se disparará en el mundo en desarrollo, sobre todo en Asia.

Para satisfacer esta demanda, los productores de carne han tenido que adoptar una estrategia extremadamente problemática para criar ganado. A fin de asegurar que sus animales suban de peso rápidamente, los productores de carne los alimentan con granos, en lugar del pasto que consumirían naturalmente, lo que es causa importante de presión sobre la producción de granos, los recursos naturales y el medio ambiente.

Si bien los costos ambientales y de salud de nuestras dietas cambiantes se han documentado de manera profusa, el mensaje fue esencialmente desoído. El mundo afronta una crisis de agua importante, temperaturas globales en rápido aumento, un crecimiento asombroso de la población y crecientes problemas de salud como enfermedades coronarias. Por lo tanto, esto debe cambiar, y pronto.

Para empezar, los productores de ganado deberían adoptar tecnologías que ahorren agua, como el riego por goteo. Al mismo tiempo, los gobiernos y la sociedad civil deberían promover dietas más saludables que estén más basadas en proteínas y calorías vegetales.

Si el mundo dejara de producir cultivos para alimento de los animales o los desviara para generar biocombustibles, no sólo podría poner fin al hambre mundial, sino también estaría en condiciones de alimentar a otros 4.000 millones de personas. El consumo de carne en realidad conduce a más emisiones de gases de tipo invernadero anualmente que el uso de autos.

Esto no quiere decir que todos debamos volvernos vegetarianos. Pero incluso un cambio parcial en los hábitos de consumo de carne -como que los consumidores adoptaran opciones como pollo o mariscos, en lugar de carne vacuna- podría tener un impacto de amplio alcance. En verdad, la producción de carne vacuna requiere, en promedio, 28 veces más tierra y 11 veces más agua que las otras categorías de ganado, y que produce cinco veces más emisiones de gases de tipo invernadero y seis veces más nitrógeno reactivo.

Adoptar una dieta equilibrada y basada esencialmente en el consumo de plantas, con un consumo mínimo de carne roja y procesada, ayudaría a conservar los recursos naturales, contribuiría a la lucha contra el calentamiento global inducido por el hombre y reduciría el riesgo de contraer enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, y hasta la mortalidad por cáncer. Así como los gobiernos han usado leyes, regulaciones y otras herramientas con éxito para desalentar el consumo de cigarrillos, también deben alentar a los ciudadanos a comer una dieta equilibrada, por el bien de su salud y el de nuestro planeta.