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Vampiros al volante del carro de compra

Recientemente, la organización agraria ENBA denunciaba la actuación de diferentes centros comerciales que ofrecen la leche a modo de “Sangre de Baserritarra” y mostraba un amplio listado de puntos de venta que ofertaban la leche por debajo de los 60 céntimos de euro.

Sé que la expresión “Sangre de Baserritarra” para referirse a la leche suena algo fuerte pero conviene aclarar, en primer lugar, que es una expresión copiada del alto ejecutivo comunitario Tomás García-Azcárate que la utilizó en su Conferencia celebrada en Donostia a mediados del mes de Diciembre y en segundo lugar, no menos importante, que dicha expresión recaba la atención de medios de comunicación y lectores-oyentes en un momento de exceso de información donde la temática agraria, siendo realistas y sinceros, habitualmente, no suele levantar pasiones.

La leche viene siendo utilizada por las cadenas de distribución como anzuelo para atraer al incauto consumidor al interior de sus tiendas donde, haciendo suyo el dicho americano de “islotes de pérdidas en un mar de beneficios”, la cadena en cuestión recupera en otros cientos de productos y con creces, la posible pérdida soportada en la leche. Les aclaro que este comportamiento no es exclusivo de la leche puesto que se repite en otros cuantos productos alimentarios como el aceite, azúcar, etc. considerados básicos por el consumidor y estratégicos por la distribución.

Una distribución, por cierto, que va ampliando su superficie comercial mediante una alocada carrera a nosedonde, observando cada día la inexplicable apertura de nuevos centros, muchos de ellos supermercados en régimen de franquicia, y tanto es así que incluso hay quien se atreve a hablar de la burbuja de la distribución puesto que se está dando un más que evidente exceso de superficie comercial. Todo ello, paradójicamente, en un momento en que la población desciende en un 0,04 y la superficie minorista crece un 10,38% en los últimos 5 años.

En esta tesitura debemos ubicar la guerra de las cadenas por atrapar al consumidor y más concretamente, la utilización de los alimentos básicos como arma de lucha entre distribuidoras para ganar adeptos y con ello, adquirir mayor cuota de mercado en un momento delicado donde el consumo se mantiene plano o a la baja, tal y como lo recoge el informe de la consultora Kantar Worldpanel que dice que el gasto medio por hogar ha sido en el año 2014 de 4160 euros menos que en el año 2013.

Extraña, por ello, igualmente, que en un contexto de crisis y con un consumo congelado, leer las conclusiones del estudio de la consultora IRI que habiendo analizado la evolución de las marcas de distribución de 8 países confirma una cierta desaceleración de la marca de distribución (Marca blanca) y concretamente, en el caso español, habla de un descenso de 0,7 puntos en valor y de un 1,2 puntos en unidades. Eso sí, debemos concluir que si el volumen de la marca blanca desciende no en la misma proporción que sus precios y si el gasto per cápita también desciende, que es el precio de las marcas de fabricante el que verdaderamente más ha bajado, eso sí, fruto de un ajuste de cintura que les ha permitido a dichas marcas no quedarse fuera de juego.

Aún así, No obstante, debemos tener bien presentes que en el año 2013 la cuota de mercado de la leche de marca de distribuidor supuso el 62% de la leche vendida pero que dados sus bajos precios, ese mismo 62% supone el 53% de la cuota del valor; es decir, de cada 10 litros de leche 6,2 son de marca blanca pero dado que son las más baratas apenas alcanzan la mitad del valor de venta.

Dicen los entendidos en la materia que cuanto mayor es el diferencial entre la marca de distribuidor (blanca) y la marca de fabricante, el ganador de la contienda es la marca de distribuidor; ahora bien, en el momento en que la marca de distribuidor se relaja y subiendo los precios disminuye el diferencial que mantiene con las marcas de fabricantes (inmersas en una espiral alocada de continuas ofertas de 2x1) , es ésta última, la marca de fabricante la que se lleva el gato al agua.

Por ello no es de extrañar que los ganaderos centren el tiro en las marcas blancas, verdadero campo de batalla de la guerra que se produce en lo más bajo de la gama puesto que dicha pelea arrastra a la baja al resto de leches y con ello se destruye el valor que puede tener el conjunto de la cadena láctea dónde, obviamente, es el ganadero el que tiene todas las de perder frente a la industria y/o distribución. Los ganaderos, razonablemente, pretenden elevar el listón de la batalla para así, insuflar oxigeno al conjunto de la cadena láctea y principalmente, para ellos, los que ordeñan.

Concluirán conmigo que los ganaderos no piden nada del otro mundo. Si es así, sean coherentes y cuando vayan a hacer la compra no se echen como vampiros al cuello de los ganaderos a chupar su sangre.

Xabier Iraola Agirrezabala