La investigación y la ciencia serán claves para avanzar hacia una agricultura sostenible

Más calidad, más sostenibilidad, más seguridad, todo ello con menos insumos, menos gastos y menos contaminación. La Unión Europea ha marcado un camino que presenta retos muy importantes y que están empujando a los agricultores europeos a replantearse cómo producir y con qué herramientas cuentan. El objetivo es lograr una agricultura sostenible, más respetuosa con el medioambiente y que haga un uso más eficiente de los recursos en beneficio de la salud de los agricultores y los consumidores. El 2023 ha traído muchas novedades a la agricultura europea. Así, la nueva normativa de uso sostenible de productos fitosanitarios (Real Decreto 1050/2022, de 27 de diciembre), junto con las limitaciones fijadas por el Pacto Verde Europeo, dibujan un escenario en constante cambio para el sector agrícola español y europeo.

Fecha: 08-Jun-2023

Fuente: Interempresas

Con estrategias como las ‘De la Granja a la Mesa’ o sobre la 'Biodiversidad’ encontramos un paquete acelerado de medidas, en un espacio de tiempo relativamente corto, para alcanzar la transición ecológica de la que habla Europa. Una situación que en muchos casos hace tambalearse al sector y afrontar el presente y el futuro con nuevas alternativas.

Los desajustes provocados por el cambio climático están generando la resistencia de plagas y enfermedades a determinadas materias activas, y ello indudablemente está afectando al principal sector productivo de nuestro país. Un sector que, a pesar de mostrar ‘resiliencia’ y seguir resistiendo, debe garantizar a costa de todo alimentos a una población creciente, producir más con menos, a la vez que vive una preocupante conjunción de crisis como la guerra Rusia-Ucrania, la subida de los costes de la energía y de los insumos, la inflación, la sequía, etc.

Reducción del uso de fitosanitarios

Según la Encuesta de Comercialización de Productos Fitosanitarios 2021, la cantidad total de sustancias activas comercializadas ese año fue de 76.448 toneladas, lo que supone un 0,6% más que en 2020. El grupo de sustancias activas que presenta una mayor comercialización corresponde a los Fungicidas y Bactericidas, con una cantidad de 41.613 toneladas, representando un 54,4% del total y con un peso 4,5 puntos porcentuales superior respecto a 2020. Por su parte, la comercialización de Herbicidas fue de 18.388 toneladas, lo que supone un 24,1% del total, con una disminución de su peso de 2,5 puntos porcentuales con respecto a 2020.

Se espera que para 2030 se alcance una reducción del uso y del riesgo de productos fitosanitarios en un 50%, y una reducción adicional del 50% del uso de los productos fitosanitarios más peligrosos en el mismo periodo. Íñigo Loureiro, científico titular de INIA-CSIC, asegura que -actualmente- “la Unión Europea insta a los agricultores europeos a una transición hacia sistemas agrícolas más sostenibles y capaces de adaptarse al cambio climático y, para ello, establece objetivos ambiciosos a cumplir ya para el año 2030”. No obstante, aunque "la UE considera que estos cambios son en verdad muy beneficiosos para todos en cuanto pueden contribuir a mejorar nuestra salud, medioambiente y biodiversidad”, también cree que “son cambios que no deben tener un coste para los agricultores pues no debemos olvidar en este punto que la aprobación de productos fitosanitarios en Europa es ya la más garantista a nivel mundial y que no se está planteando su eliminación, sino su utilización cuando sea estrictamente necesaria”.

Loureiro opina que “la Unión Europea es bastante optimista, lo cual no es malo”, pero cree que "esos cambios van a ejercer una gran presión en nuestros sistemas de producción, que ya están de por sí tensionados ante las circunstancias actuales, por la guerra en Ucrania, los elevados precios de materias primas e insumos, la inflación y, sobre todo, las sequías recurrentes que están afectando a la producción”. En este sentido, el experto de INIA-CSIC asegura que “se puede correr el riesgo de que en esta transformación se pueda producir una disminución en los rendimientos de los cultivos, sin entrar en diferencias existentes entre países, lo que llevaría a tener que importar de terceros países que no tienen las mismas limitaciones a la producción exigidas en Europa”.

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Íñigo Loureiro (INIA-CSIC): "La aprobación de productos fitosanitarios en Europa es ya la más garantista a nivel mundial y no se está planteando su eliminación, sino su utilización cuando sea estrictamente necesaria”.

Por su parte, Richard Borreani, Public Affairs, Science & Sustainability Iberia de Bayer asegura que aunque dan la bienvenida a las ambiciones de la Comisión con respecto a la mitigación y adaptación al cambio climático en la agricultura, la conservación de la biodiversidad, las dietas saludables y los alimentos asequibles, consideran que "las metas de reducción de fitosanitarios de síntesis química y fertilizantes, así como la meta de agricultura orgánica, no son los instrumentos adecuados para alcanzar una agricultura más sostenible”, pues creen que "el enfoque del Green Deal debe ser reducir el impacto en lugar de los usos y riesgos”. Desde su punto de vista, "abordar la sostenibilidad de la agricultura sólo en términos de reducción de insumos hace correr el riesgo de privar a los agricultores de herramientas instrumentales para garantizar la productividad y la viabilidad económica de la producción de cultivos, alejándose del objetivo de 'Farm to Fork' de construir un sistema de producción de alimentos más sostenible, capaz de brindar seguridad alimentaria y asequibilidad, resiliencia climática y un ingreso justo para los agricultores”.

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Richard Borreani (Bayer): “Abordar la sostenibilidad de la agricultura sólo en términos de reducción de insumos hace correr el riesgo de privar a los agricultores de herramientas para garantizar la productividad y la viabilidad económica de la producción de cultivos”.

Para Emilio Gil, Catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña, “el Pacto Verde no debería suponer, en principio, muchos problemas, en tanto en cuanto esta situación viene ya sucediendo desde hace algunos años", y puntualiza que “lo que ocurre es que ahora, 12 años después, se ha puesto de manifiesto que aquellas medidas que parecían inadecuadas -como la inspección de los equipos de aplicación en uso, la formación de todos los agentes involucrados, la puesta en marcha de la Gestión Integrada de Plagas, las medidas de mitigación de riesgo, y otras muchas- no eran tan descabelladas y son una necesidad y unas herramientas que nos permiten hacer más con menos”.

Sostenibilidad de la mano de la investigación, la ciencia y la tecnología

En la clave de más calidad, más sostenibilidad, más seguridad, más producción, con menos insumos, menos gastos, menos contaminación, Gil añade que todo ello “aderezado con la importante revolución que implica el boom de las nuevas tecnologías, la agricultura de precisión, la digitalización y, mucho más reciente, la inteligencia artificial”.

Para Ignacio Dávila, director general de Proplan (Plant Protection Company), supone un “reto que tenemos que afrontar el sector en su conjunto” donde “la investigación y la aplicación de nuevas tecnologías al campo, serán dos de los pilares fundamentales para el futuro”. Producir más con menos es para él un aspecto “en el que el sector agro debe centrarse”, pues “debemos buscar soluciones sostenibles que sean capaces de garantizar los mismos resultados”.

Unas soluciones que además de herramientas, impulsarán cambios en la manera de producir y un reto ante el que tanto la industria como la distribución, “estamos en una línea de máxima profesionalización, especialización e investigación en busca de soluciones viables para poder dar soluciones a los agricultores”, apunta Antonio Taboada, Delegado Comercial y Marketing de Comercial Química Massó.

Richard Borreani puntualiza que, en su opinión, “Europa puede aumentar aún más la sostenibilidad de la agricultura con un marco de políticas basado en la ciencia y centrado en soluciones para los desafíos agrícolas” y “permitir que la innovación pueda ayudar a hacer realidad la ambición de la UE”. E insiste en que “el acceso rápido a la innovación agrícola no solo ayudará a impulsar la transición hacia una agricultura más sostenible, sino que también puede respaldar el objetivo de Europa de sistemas alimentarios más resilientes”.

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Emilio Gil (UPC): "Se ha puesto de manifiesto que aquellas medidas que parecían inadecuadas -como la inspección de los equipos de aplicación en uso, la Gestión Integrada de Plagas y otras muchas- no eran tan descabelladas y son una necesidad y unas herramientas que nos permiten hacer más con menos”.

Ante la situación actual, Íñigo Loureiro, plantea como necesario “realizar un esfuerzo en investigar con el objetivo de desarrollar nuevos productos y nuevas estrategias de cultivo y gestión integrada que permitan mantener la productividad y que puedan ser transferidos a los agricultores”. Para así optar por técnicas y prácticas agronómicas que tengan como principal objetivo asegurar el bienestar presente y futuro de la sociedad.

Por otro lado, la Asociación Empresarial para la Protección de las Plantas (AEPLA) subraya la necesidad de “trabajar cada día para promover la innovación agrícola y la disponibilidad de soluciones de sanidad vegetal que contribuyan tanto a incrementar la productividad de los cultivos con un empleo más eficiente de recursos, como a incidir en la protección de las cosechas frente a la creciente proliferación de plagas y enfermedades que, por desgracia, amenazan con comprometer nuestro abastecimiento y seguridad alimentaria en los próximos años”.

Alternativas, soluciones y nuevas líneas de investigación

Entre las alternativas o soluciones que a medio-largo plazo plantea el sector para hacer frente a la aparición de resistencias a determinadas materias activas, desde Proplan se considera que “la formación del sector agrario en el uso responsable de productos fitosanitarios es muy importante; la utilización correcta, la alternancia y la gestión integrada de plagas son cuestiones clave”. Para lograrlo, trabajan de forma constante en investigación y desarrollo de productos que puedan cumplir su función fitosanitaria y que a la vez utilicen una menor cantidad de activo. Como “el reciente lanzamiento de Halvetic, un ejemplo de herbicida no selectivo que tiene la misma eficacia que un producto convencional con un 50% de materia activa”. Una alternativa ante la que Ignacio Dávila asegura que van “por el buen camino”.

Emilio Gil habla de los bioestimulantes, las cubiertas vegetales, la agricultura regenerativa… Y constata que “todo es importante y todo tiene sus beneficios”. Y destaca como líneas de investigación que se están llevando a cabo en España en esos y otros sentidos, “proyectos como ‘Life Perfect’ o ‘Novaterra’, financiados por la Comisión Europea, o proyectos como ‘Pivos’ o ‘Adopta’, enmarcados dentro del plan nacional de I+D”; que “son ejemplos claros de cómo la tecnología, la formación y la transferencia ayudan enormemente al sector, no solo en el cumplimiento de la legislación europea, sino también en su propio beneficio”.

Es interesante la visión que al respecto Richard Borreani aporta, afirmando que desde Bayer se está trabajando “en aportar soluciones a los agricultores para que puedan producir cultivos de manera sostenible” y “los recientes acuerdos con las empresas Kimitec y M2i nos permiten desarrollar productos que encajan con las necesidades de los agricultores y consumidores y así ampliar nuestra gama de soluciones biológicas de protección de cultivos y bioestimulantes”.

Además Bayer trabaja en el desarrollo de semillas de alto valor que aportan beneficios para el agricultor, el consumidor y el medio ambiente. También en el desarrollo de productos de sanidad vegetal tanto de síntesis química como biológicos y en el desarrollo de herramientas digitales que permiten a los agricultores optimizar el uso de recursos como el agua y los insumos (semillas, fertilizantes y productos fitosanitarios).

“Es innegable que, en la actualidad, hay casos en los que sólo se puede conseguir un control satisfactorio mediante el uso de fitosanitarios. Sin embargo, el uso extensivo y reiterado de estos productos durante décadas ha dado lugar a problemáticas de aparición de resistencia a los diferentes productos en las poblaciones de organismos a controlar. Las nuevas directrices, además de reducir el uso de productos químicos, van a contribuir a reducir la resistencia y a garantizar que los productos fitosanitarios estén disponibles cuando no haya otras opciones de control”, añade Loureiro.

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Ignacio Dávila (CIECH Proplan): "La correcta combinación de los productos bioestimulantes con fitosanitarios tecnológicamente avanzados, será muy importante en el futuro del sector”.

Una de las líneas de investigación que se desarrollan en el laboratorio de Malherbología del Departamento de Protección Vegetal de INIA-CSIC es precisamente la resistencia a herbicidas en malas hierbas. “Cuantificamos el problema de la resistencia, conocemos su distribución geográfica e identificamos los mecanismos presentes en las plantas que confieren esa resistencia. Mediante la repetición de estos muestreos podemos ver cómo ha evolucionado la resistencia a los herbicidas en el tiempo". "Esta línea la desarrollamos para las especies gramíneas principales de los cultivos de cereal de invierno (Lolium rigidum o vallico, Bromus diandrus o bromo, Avena ssp., avenas) y maíz (Echinochloa crus-galli o pata de gallo, Digitaria sanguinalis o pata de gallina, Setaria ssp., almorejo)".

Loureiro asegura que “la detección de resistencias en una determinada región va a permitir modificar las indicaciones para la gestión de las malas hierbas, evitando un uso inapropiado y un posible fallo en campo en la utilización de determinados herbicidas o familias de herbicidas por la presencia de malas hierbas ya resistentes, obligando a diversificar al máximo los medios de control disponibles, priorizando los no químicos”.

En cuanto a la lucha contra enfermedades y plagas cada vez más resistentes, Taboada aconseja “optimizar las labores agrícolas y control de insumos, debemos pensar en unas líneas de desarrollo enfocadas a la selección de variedades más tolerantes a las posibles enfermedades y plagas, así como un mayor potencial productivo”. CQ Massó está trabajando en base a microrganismos, bacterias, hongos, elicitores, bioestimulantes, etc., cuya finalidad estriba en "conseguir una mayor resistencia a patógenos y al mismo tiempo mejorar el equilibrio nutricional de las plantas”. Taboada es concluyente con la idea fuerza común de que “todo organismo bien nutrido es un organismo más sano”.

Ante las nuevas alternativas, el catedrático Emilio Gil comparte la afirmación de que "los nuevos desarrollos deberán acompañarse de una adecuada investigación sobre su modo de acción y su modo de aplicación. Productos como los bioplaguicidas, las microcápsulas o, más recientemente, las nanomoléculas, necesitan un adecuado programa para la determinación de las condiciones óptimas para su utilización”.

Ignacio Dávila, por su parte habla de que “toda la investigación que se realice a la hora de generar valor es siempre bienvenida para nuestro sector” y sin lugar a dudas, “los bioestimulantes pueden ayudarnos a cumplir los objetivos propuestos en el Pacto Verde Europeo”; y aunque considera que queda aún mucho trabajo, también cree que "la correcta combinación de estos productos bioestimulantes con fitosanitarios tecnológicamente avanzados, será muy importante en el futuro del sector”.

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Antonio Taboada (Comercial Química Massó): “Es necesario optimizar las labores agrícolas y control de insumos, debemos pensar en unas líneas de desarrollo enfocadas a la selección de variedades más tolerantes a las posibles enfermedades y plagas, así como un mayor potencial productivo”. Foto: Ana García/La Voz de Galicia.

Bioestimulantes y biofertilizantes, alternativas ecológicas

Los biofertilizantes son herramientas diseñadas para conseguir que las plantas sean capaces de soportar condiciones de estrés ambiental como pueden ser la sequía, la falta de nutrientes o el ataque de plagas. Encontramos cómo combinados con la utilización de los bioestimulantes, se minimiza el uso de productos químicos, pues con el refuerzo de las mismas defensas de las plantas, éstas están más sanas y por tanto más fuertes para hacer frente a plagas y enfermedades. Algo que repercute positivamente en ahorro de costes y reducción de residuos medioambientales, ya que a la vez que aumentan la cantidad de nutrientes de la planta, mejoran la calidad del suelo, así como la producción y rendimiento de los cultivos, todo ello en un entorno microbiológico más natural y óptimo.

Viajamos a Andalucía para conocer la aplicación de la bioestimulación y biofertilización, con buenos resultados en la ‘regeneración’ de las plantas desde la raíz y la lucha contra plagas de manera ecológica y sostenible. Una alternativa a la disminución del uso de fitosanitarios que está siendo probada y que está teniendo buenos resultados. Santiago Pérez, director comercial de Agrogenia Biotech SL, asegura que “llevan comercializando y formulando productos a base de bacterias y hongos de fabricación propia desde 2018”. Su mercado nacional (Andalucía, Murcia, Extremadura y Castilla-La Mancha) y ahora también internacional, abarca todo tipo de cultivos que van desde frutos rojos, leñosos, hortícolas y cereal.

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Plantación de pepinos en Almería tratados con productos biofertilizantes.

El desgaste de los suelos y la pérdida de fertilidad de éstos ha provocado un aumento de enfermedades en los cultivos, y sumado a las restricciones a nivel de registro de fitosanitarios “ha beneficiado la búsqueda de alternativas más ecológicas y sostenibles, entrando en este nuevo escenario la utilización de los biofertiliantes y bioestimulantes”, afirma Pérez. A día de hoy, asegura que “suponen un complemento para ir disminuyendo el uso de químicos pues al aumentar la fertilidad de los suelos, los cultivos serán más sanos y pueden tener menos problemas de plagas”. Según Santiago Pérez, con una aplicación constante, “tenemos ya ejemplos de fincas que con su uso han conseguido resultados espectaculares”. Según su experiencia, estos productos "cubren las necesidades de nutrición de la planta, así como de bioestimulación y bioprotección".

“Ya hay ejemplos de fincas ecológicas que llevan años sin la utilización de fitosanitarios”, asevera el responsable de Agrogenia Biotech. Como ejemplo de fincas de producción ecológica que han llegado a ese equilibrio, “hay productos ya en el mercado en base a bacterias y hongos que parasitan a determinadas plagas, nematodos y algunos hongos patógenos de suelo, que podemos combatir a un nivel alto de eficacia y de manera rentable tanto económica como de producción”.

Cuentan con una colección propia (microorganismos únicos), transferida a través de FIUS (Fundación para la Investigación de la Universidad de Sevilla), compuesta por más de 60 cepas diferentes, “bacterias extraídas de suelos agrícolas de España y norte de África, autóctonas, que se adaptan mucho mejor a nuestras características climáticas y de suelo”. Según Santiago Pérez, "gracias a la transferencia tecnológica de universidades y centros públicos hacia las empresas disponemos del conocimiento actual”. En el caso de Agrogenia Biotech, el asesoramiento científico externo de Manuel Megías, Catedrático de microbiología de la Universidad de Sevilla -ya jubilado- es fundamental. Su amplio conocimiento sobre las bacterias en el ámbito agrícola les ha permitido adaptar sus productos a las necesidades específicas de determinados cultivos.

La influencia de la biotecnología en la sostenibilidad de la agricultura

La biotecnología juega un papel fundamental en la producción agraria. Encontramos algunos ejemplos a nivel internacional que hablan de cómo estas técnicas están influyendo de manera positiva en la sostenibilidad mundial. En un informe del economista agrario Graham Brookes, publicado en PG Economist se habla de que los cultivos transgénicos "han aumentado la producción mundial de alimentos, piensos y fibras en casi mil millones de toneladas entre 1996 y 2020, reduciendo la huella ambiental asociada con la agricultura en más del 17% y que también ha reducido las emisiones de carbono en 39.100 millones de kilogramos, derivadas de la reducción del uso de 14.700 millones de litros de combustibles”; lo que se traduce en una contribución muy importante en la disminución de la huella ambiental, siendo éste último dato similar a la retirada de 25,9 millones de automóviles de las carreteras, según se extrae de este mismo informe.

En el caso concreto de Europa, dentro de los objetivos de reducción del impacto ambiental de los sistemas alimentarios y de conseguir una cadena de suministro más sostenible, la biotecnología agraria puede jugar un papel esencial. Actualmente sólo contamos con un ejemplo de ello, y es el ‘maíz Bt’ (resistente a la plaga del taladro) que se cultiva desde 1998. Es la única variedad biotecnológica aprobada para siembra en Europa. El cultivo de ‘maíz Bt’ en España compensa cada año la emisión de más de 57 mil toneladas de CO2, una fijación neta de carbono que ha compensado las emisiones anuales de más de 33.800 vehículos en circulación, según datos de Fundación Antama. Por el contrario, la negativa al cultivo de semillas transgénicas en Europa origina una emisión extra anual de 33 millones de toneladas de CO2, "lo que equivale al 7,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de todo el sector agrícola europeo, aproximadamente lo que podrían emitir cada año entre 10 y 20 centrales eléctricas de carbón”.

El equipo de economistas de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en el informe ’25 años de cultivos modificados genéticamente en la agricultura Argentina’, analizaba los datos de los 25 años de cultivo continuado de organismos modificados genéticamente (OMG) en Argentina. Se estudió del impacto económico y ambiental de la adopción de semillas biotecnológicas en la agricultura argentina en los cultivos soja, maíz y algodón. Una de las conclusiones de dicho informe muestra que “entre 1996 y 2020, la siembra de semillas biotecnológicas incrementaron en promedio la rentabilidad respecto a los cultivos convencionales en 24,52 €/ha en el caso de la soja, 29,50 €/ha en maíz y 182,88 €/ha en algodón”.

Competitividad global y edición genética

En un mercado global, la posibilidad de alcanzar la sostenibilidad con las nuevas técnicas de edición genética (NGTs), se presenta también como una nueva manera de alcanzar una producción de alimentos más sostenible. Soledad de Juan, directora de Fundación Antama, asegura que “las nuevas técnicas de edición genética jugarán sin duda un papel fundamental en la agricultura, especialmente cuando en el ámbito de la sanidad vegetal nos están limitando herramientas tan fundamentales como los fitosanitarios. Sólo si somos capaces de obtener plantas resistentes a determinadas plagas o enfermedades, seremos capaces de alcanzar los grandes desafíos que enfrentamos: alimentar a una población creciente y hacerlo de una forma cada día más sostenible”.

Según De Juan, “la edición genética nos permite obtener plantas resistentes a plagas y enfermedades de una forma sencilla y segura, siendo una herramienta que ya se está utilizando en otros rincones del mundo y que no tiene ningún sentido que renunciemos a ella en la Unión Europea”. Al analizar la situación, nos confirma que actualmente “las plantas desarrolladas a través de las NGTs deben someterse a la misma evaluación de seguridad aplicada a los transgénicos, incluso en los casos en los que la planta obtenida sea idéntica o similar a una planta convencional, que no está sujeta a evaluación de riesgos”. Se está trabajando en el marco normativo y “esperamos para junio de este año una propuesta por parte de la Comisión Europea”, porque “necesitamos tener cuanto antes un marco normativo para poder empezar a operar con estas tecnologías en el territorio europeo”.

En 2021, una evaluación de la Comisión Europea concluyó que la legislación europea sobre transgénicos no es adecuada para las nuevas tecnologías de edición genómica y que debía revisarse, recuerda Íñigo Loureiro. Según la propia Comisión estas nuevas técnicas de mejora genética pueden contribuir sustancialmente a lograr una producción de alimentos más sostenible, a aplicar el Pacto Verde y la estrategia “de la granja a la mesa”, y a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Sin embargo, para que el potencial de estas nuevas técnicas pueda emplearse, siendo la más conocida el CRISPR/Cas, es necesario un cambio previo en el marco regulatorio al cual están sujetas en la actualidad, que es el de los organismos modificados genéticamente. Desde Fundación Antama se apuesta porque el nuevo marco normativo a nivel europeo para las plantas obtenidas por NGTs “no sea discriminatorio” y que el criterio científico "sea el que prime a la hora de definirlo”.

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Soledad de Juan (Fundación Antama): “La edición genética nos permite obtener plantas resistentes a plagas y enfermedades de una forma sencilla y segura, siendo una herramienta que ya se está utilizando en otros rincones del mundo y que no tiene ningún sentido que renunciemos a ella en la Unión Europea”.

Estas limitaciones para Europa están suponiendo quedarnos atrás con respecto a otros países como Argentina, EE UU, Australia o Japón, entre otros. De Juan señala que “hemos perdido el tren de la tecnología en los que a cultivos transgénicos se refiere, y con ello hemos perdido competitividad frente a agricultores de otros lugares del mundo, competidores directos en un mundo global”. Está comprobado que “cuando los agricultores tienen acceso a la innovación y a la tecnología, apuestan por ella y obtienen importantes beneficios”.

En esta línea, Richard Borreani indica que “las semillas de alta calidad con características adaptadas (logradas mediante diferentes enfoques de mejoramiento, incluido el mejoramiento convencional, las modificaciones genéticas y las nuevas técnicas genómicas), las tecnologías de agricultura digital y de precisión y los productos de protección de cultivos, son elementos cruciales de la caja de herramientas” que los agricultores europeos necesitan. Y reconoce también “la necesidad de tener una supervisión regulatoria adecuada para las plantas producidas por ciertas Nuevas Técnicas Genómicas (NGTs)”, confirmando que “los requisitos proporcionados y basados en la ciencia fomentarán la transferencia de la capacidad científica de la UE a productos innovadores para un sistema agroalimentario competitivo y sostenible”.

Borreani añade que “la edición genética en agricultura se debería considerar como un nuevo método de mejora ya que se producen resultados idénticos a los que se producirían con los métodos convencionales, pero de forma más predecible, rápida y barata. Los objetivos de las aplicaciones son mejorar caracteres como el rendimiento, la tolerancia a plagas y enfermedades, la adaptación a la sequía y también la calidad y las características nutricionales para el consumidor”.

Algunas líneas de investigación que se están desarrollando en cuanto a edición genética en nuestro país son actualmente el trigo sin gluten apto para celíacos o los tomates híbridos con genes de azafrán, capaces de proteger contra los trastornos neurológicos que ocasiona la enfermedad de Alzheimer. A nivel internacional encontramos investigaciones como la lechuga que no se oscurece y por lo tanto reduce el desperdicio; o la patata tolerante a enfermedades fúngicas como la alternaria o el mildiu, entre otras.

Para Antonio Taboada, "es algo mucho más cercano de lo que pensamos y ante esta realidad de reducción de soluciones químicas tradicionales para los cultivos, la sociedad tendrá que afrontar nuevos retos y eliminar prejuicios con respecto a posibles ediciones genéticas tanto a nivel de nuevas variedades como de patógenos para dar solución a los problemas”. A lo que "tanto a nivel industrial como académico existen líneas de investigación, que antes o después verán la luz”.

Por su parte, Ignacio Dávila es claro al hablar de edición genética, considerando que “los avances tecnológicos que vemos en todos los ámbitos son increíbles y cada vez llegan antes, y en este sentido, por supuesto que la agricultura no puede quedarse atrás, pues sin ir más lejos, todas las herramientas de agricultura de precisión de las que disponemos actualmente serían impensables hace unos años”. Para él, los próximos años serán apasionantes y está convencido de que “la investigación y las nuevas tecnologías transformarán el sector tal y como lo conocemos hoy”.