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Daniel Martínez

13/09/15

Crónicas de la vendimia en España: la "pasión" del viticultor por mantener vivo el "terroir"

Son días de vendimia, de recogida de uvas mimadas durante todo el año; una época frenética que se presta a recuperar historias de viticultores "con alma", testimonios de profesionales comprometidos para que la actividad perdure como parte esencial de la cultura, las costumbres y la economía rural. Trasiego de camiones y labores en el campo y en las bodegas. Tradiciones y fiestas con aromas a vino. Y mucho "terroir". Nos acercamos a la historia de cuatro viticultores. Unos viven de la uva... Otros, parcialmente. Todas comparten la misma pasión.

La viticultura 'heróica' en la Ribera Sacra

Xesús Verao es profesor de instituto de lengua gallega, además de viticultor y "adegueiro" en Sober (Ribeira Sacra). Recuerda que en el ámbito de esta Denominación de Origen hay alrededor de 3.000 viticultores y "casi todos los vecinos tienen un trozo de viña". Pero son muy pocos aquí los que viven exclusivamente del vino.

"Me crié en una familia de agricultores y, en esta zona rural de Sober, todo el mundo tenía viñas en la Ribera, en el Cañón del Sil", cuyas escarpadas laderas obligan a una recolección manual, explica.

Agrega que la viticultura "heróica" en Ribeira Sacra, tierra de uvas con tanto carácter y autenticidad como la "mencía", es la única actividad económica. Recuperada en los últimos años, recibe ahora nuevos bríos gracias a la llegada de un creciente número de visitantes que acuden al lugar para recrearse entre espectaculares paisajes o navegar en catamarán por los meandros del Sil y el Miño.

"Recuerdo cuando era niño. La noche anterior a la vendimia, dormía tarde y poco. Y despertaba muy temprano por si acaso a mi familia se le ocurría irse y no llevarme con ellos; ir a vendimiar era una fiesta más para mí", asegura.

Lanzarote, una vendimia en medio de un paisaje lunar

En la Isla de Lanzarote también emergen compromisos vitales para conservar estos viñedos de malvasía volcánica, únicos en el mundo, que sobreviven como pueden al "monocultivo" del turismo, que casi ha copado toda la actividad económica posible en estas latitudes. José Rafael Morales se siente orgulloso de las cepas distribuidas por este paisaje "lunar", a escasa distancia de África.

Morales cuenta con una hectárea de viña en propiedad en el municipio de Yaiza (en el área de La Geria) y, como otros muchos del lugar, "aquí los viticultores no vivimos solamente de la viña porque los rendimientos de estas cosechas no lo permiten".

A sus 60 años, este profesor de matemáticas no renuncia a seguir recogiendo las uvas, que brotan inexplicablemente pese a la aridez y la escasez -a veces, ausencia total- de lluvias. El "picón" arrojado por los volcanes conserva la humedad y "hace" el milagro.

"Mis abuelos y luego mi padre se han dedicado siempre a la actividad agraria. De ahí viene mi pasión", señala este agricultor comprometido con la colectividad isleña, lo que le ha llevado a presidir el Consejo Regulador de esta Denominación. Para él, la vendimia es "un valor sentimental" y una tradición que debe perdurar pese a la creciente despoblación rural.

"Allá por 1730, se produjo en Lanzarote la erupción que inundó toda la isla de ceniza. Pese a la catástrofe, la habilidad del hombre, intentando sobrevivir, permitió abrir hoyos de 3 metros de diámetro para conseguir llegar a la tierra fértil", detalla.

Un trabajo artesanal, realizado con la única ayuda de camellos y palas, no debería perderse pese a que, desde el boom del turismo que se iniciará en 1965, cada vez menos lanzaroteños viven del campo.

La isla, dominada por los vientos alisios, experimenta ahora otros aires de cambio. De Esperanza: "Parece que vienen tiempos mejores y que se está potenciando el sector", gracias al enoturismo y a los premios internacionales a estos vinos canarios.

Castilla-La Mancha, una vida que no se entiende sin el vino

Alejandro García-Gasco, joven agricultor de 38 años que cultiva en sus 17 hectáreas de Corral de Almaguer (Toledo) uvas airén, syrah, moscatel y macabeo, no entiende su vida en éste y otros tantos pueblos sin el vino, que impregna cada rincón en Castilla-La Mancha, que acoge la mayor extensión de viñedo del mundo.

"Mi abuela se casó cuando cogió el dinero de la vendimia. Es la fuente fundamental de ingresos de una explotación manchega porque los precios del cereal son muy bajos", puntualiza García-Gasco.

En un gran número de pueblos, "somos cuatro los que estamos en el campo durante todo el año, pero en vendimia llega el tránsito de tractores y la gente que viene a trabajar desde otras zonas".

Rueda, una tendencia al alza gracias a la incoporación de los jóvenes

Jesús Aparicio, que regenta una pequeña finca de una hectárea para consumo familiar, conoce bien la realidad en el ámbito de la Denominación de Origen Rueda, donde todo gira alrededor del vino. Aparicio, también director técnico del Grupo Valdecuevas, destaca que estos días son los más importantes del año en la comarca.

"Es un cultivo cada vez más en auge. Hay más demanda de botellas a las bodegas que uva en el campo. La tendencia es que se incorporen nuevas plantaciones y jóvenes", resalta, aunque no siempre la rentabilidad es equivalente a los esfuerzos del viticultor.

El viñedo y el vino es vida para los pueblos, y éstos y otros muchos miles de agricultores no están dispuestos a arrojar la toalla. Todo sea, por mantener el medio rural "vivo".