22/09/15
Perrotimbre
Acabadas las vacaciones de verano son aproximadamente 15 días que me incorporé a “mis labores” y aunque la vuelta está resultando complicada, no es menos cierto que no está el horno como para alegar chorradas como lo del síndrome post-vacacional y que es momento de, además de agradecer que tenemos trabajo, arremangarse y enfangarse hasta las partes nobles.
No obstante, diferentes situaciones vividas y escuchadas en este verano, provocan que no pueda quitarme de la cabeza un pensamiento que me ronda sobre la relación de los humanos con el mundo animal, tanto con los animales domésticos como con los animales salvajes.
Me explico, a mi mujer le dan pánico los perros, basta con verlos a medio kilómetro para ponerse rígida, paralizada y empezar a retorcerme el brazo para que le defienda y esta situación llega a ser tan evidente que, incluso los propietarios de los propios perros se percatan de ello y nos lanzan un “tranquilos, no hace nada” que, en vez de calmarla, no hace más que sulfurarla aún más. No le falta razón puesto que son muchísimos los propietarios que invaden calles, plazas y playas con sus perros sin atarlos, sin sujetarlos y sin tener en cuenta que la sola presencia de esos animales sueltos les provoca miedo y que donde estos animales hacen sus necesidades suelen andar niños y/o adultos que estamos hasta los mismísimos de pisar trofeos.
Dicho lo dicho, lo que me resulta curioso de la cuestión, más allá de los ataques de pánico de mi señora, es la relación de amistad que muchísimos humanos han llegado a entablar con sus mascotas y la evolución que dicha relación, entre humanos y animales domésticos, especialmente perros, ha tenido en estos últimos años o décadas.
Hasta no hace mucho, el perro era un animal doméstico con una función concreta como podía ser la guarda de la casa, el manejo del ganado en el caso de los pastores o la recogida de las piezas abatidas en el caso de los cazadores y la relación entre ambos, humano-animal, era jerárquica, con un humano predominante, y acotada a momentos puntuales donde el animal cumplía con las funciones o tareas que tenía asignadas.
Ahora, por el contrario, el perro es un miembro más de la familia, ¡qué digo yo!, es el rey de la familia y por ello vive con sus familiares en sus habitaciones, come croquetas, precocinados y pienso especial para mascotas, se va con ellos de poteo, a la playa y si hay que irse de viaje, ¡qué puñetas! pues se va, se le compra ropitas (a semejanza de la Barbie), si llueve se le pone chubasquero, etc.
Ya perdonará estimado lector si usted es uno de ellos, aún a sabiendas de que me voy a meter en un berenjenal, pero creo que ....
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